La Visera ya es historia
El emblemático edificio ha sido testigo durante 75 años de las idas y venidas de los iruneses

A las 9:00 de la mañana comenzaban con el derribo del edificio contemplado dentro de las obras de Urbanización complementaria del entorno de plazas San Juan y Jenaro Etxeandia que comenzaban la pasada semana con un presupuesto de 385.187,92.
El derribo comenzó por el voladizo de la parte de Genaro Etxeandia y continuo con el elemento superior en forma de “H” situado sobre el edificio antes de seguir con el resto del voladizo y la zona comercial inferior, que se dejó para el final.
El sistema de derribo se realizó mediante una cizalla que fue “mordiendo” el edificio. Tal y como estaba previsto algunos de los elementos que formaban parte de la “H” superior del edificio se “desmontaron” sin partirse para poder guardarlos como recuerdo de este edificio. Junto a estos elementos desde el Archivo Municipal se ultima un dossier histórico sobre el edificio que se guardará junto a las imágenes de la Visera y su derribo.
Por la tarde, cuando casi todo el edificio estaba ya derruido la grúa se subió a unos escombros para finalizar el trabajo y se hundió entre ellos. Otra grúa tuvo que acudir al lugar a “rescatarla” y aunque aparentemente el operario no sufrió daños, si los sufrió la cabina de la grúa.

“¿Dónde quedamos? En la Visera”

Para Lola Cuesta, también testigo presencial del derribo, lo que estaba viendo ante sus ojos ayer por la mañana era “una auténtica pena”. Desde el primer minuto en el que entraron las máquinas al lugar esta señora de 72 años, y 40 viviendo en Irun, estuvo anotando sin parar en su libreta las horas exactas en las que se iban produciendo novedades. “Recuerdo perfectamente la antigua parada del autobús Irun- Hondarribia y la parada de taxis, el reloj…, se está tirando mucha historia” se lamentaba. Sin embargo pese a la nostalgia que le producía el momento, acabó reconociendo que ese derribo era necesario para que la ciudad evolucionase.
Un edificio con historia
La historia de este singular espacio se remonta al año 1936. Tras el incendio sufrido en la ciudad desaparecieron o quedaron seriamente afectados una gran parte de los edificios del centro urbano, de manera que algunos particulares solicitaron poder utilizar el solar que ocupó el Instituto Politécnico, demolido pocos años antes con motivo de las obras de prolongación del paseo Colón. Sin embargo, habida cuenta que los promotores establecieron simples “barracones” o “tejavanas-cobertizo” (dado que sólo se les autorizó para hacer uso de la parcela circunstancial o provisionalmente), el Ayuntamiento decidió acometer un proyecto más ambicioso
A este respecto el 30 de diciembre de 1936 ya había recibido el visto bueno del Ayuntamiento Pleno un informe de la Comisión de Obras del tenor siguiente:
“Enterada esta Comisión de la carencia de locales para la venta y viendo lo poco estético que resulta las construcciones que se están ejecutando para este objeto en la Plaza de Genaro Echeandia en el lugar en que estuvo emplazado el antiguo Instituto, esta Comisión acordó paralizar de momento las obras y encargar al Arquitecto Municipal la realización de un Proyecto de tiendas que abarcará el ángulo que forma el lugar donde hoy se están realizando las referidas obras y la prolongación del Paseo de Colón. Esta construcción podría distribuirse de forma que pudiera ser prontamente alquilada, dado el sitio céntrico de su emplazamiento, por industriales que hoy se hallan sin local lo que aportaría al Ayuntamiento buenos beneficios.
También en este proyecto piensa realizarse un voladizo de hormigón, prolongación de la cubierta de dicho cobertizo en sustitución del que existió en la fachada principal de la Plaza de Abastos, que muy bien serviría para cobijarse los días de lluvia la gente que espera a los autobuses, pudiendo además fijarles a estos dicho lugar como estacionamiento obligatorio”.
Con ello se consiguió un espacio para la venta, y se lograba un lugar adecuado que cumpliera las veces de estación de autobuses.
La redacción del oportuno proyecto fue encomendada a José Iribarren, Arquitecto municipal. Fechado el 20 de febrero de 1937, en el prevalecieron los criterios de “economía, rapidez de ejecución, aspecto agradable, compaginado todo ello con garantías de solidez, duración, etc.”.
El edificio ideado por dicho técnico tendría una longitud de 18 metros, constando únicamente de planta baja, en la que se ubicarían un total de 9 establecimientos comerciales, construidos con hormigón armado. Dotado de dos “pórticos múltiples” (uno frente a los escaparates y otro en la parte posterior), sobre ellos se apoyaría la placa del techo que, prolongándose sobre la acera un total de 3 metros, permitía a la vez defender los frentes de las tiendas de la lluvia, cobijar a los transeúntes de la misma y, desde un punto de vista estético, ocultar en parte las traseras de los edificios de la calle Iglesia.
En Julio de 1937 fue convocado un concurso abierto “entre todos los Constructores españoles” para materializar el proyecto, con arreglo al proyecto preparado por el Arquitecto municipal. El 18 de agosto de 1937 se adjudicaron las obras a Félix Huarte, de Pamplona, por ser la cuya la oferta más económica pero, además, dada la acreditada experiencia acreditada por dicho contratista en obras tales como varios edificios de la Ciudad Universitaria de Madrid, gran parte de los edificios del Ensanche de la Capital navarra o los nuevos almacenes del Puerto de Pasajes.
5.000 pesetas por el alquiler
El 20 de octubre de 1937 recibieron el visto bueno las bases preparadas por las Comisiones de Hacienda y Gobernación por las que regiría el concurso de arrendamiento de los locales: El arrendamiento sería por un plazo de cinco años. Por los locales 1, 2, 3 y 4 se pagarían 5.000 pesetas; a los señalados con los números 5, 6, 7 y 8 les corresponderían una renta de 2.500, siendo de 6.000 en el caso del número 9.
Para solicitar el arriendo era condición indispensable ser vecino-comerciante o industria de la localidad con anterioridad al 18 de julio de 1936, pero, además, se estableció el siguiente orden de preferencia: Comerciantes que en su día hubieran proyectado construir locales en ese mismo lugar y que hubieron de desistir de su propósito habiendo iniciado, incluso, las obras cuando el Ayuntamiento decidió acometer el presente proyecto. También las viudas de “los vecinos que fueron asesinados por los rojos”, que regentaran ya un establecimiento, siempre y cuando se comprometieran a cerrarlo o sustituirlo por el que se les adjudicara. Las personas que hubieran “sufrido persecuciones de los rojos”. Quienes hubieran resultado perjudicados a resultas del incendio de la Ciudad “por las hordas rojas” o los que hubieran perdido algún familiar próximo durante la Guerra.
En el caso de que hubiera mayor número de solicitantes en las mismas condiciones que el de solares disponible, se previó llevar a cabo un sorteo. Verificado éste, los arrendatarios debían depositar una fianza de 250 pesetas, hacerse cargo del coste de mantenimiento de los locales, no podían subarrendar….
Una semana más tarde la Comisión Provincial, atendiendo a la “escasez de edificios en condiciones que hay en la Ciudad de Irún, y ante la imperiosa necesidad de ayudar a los comerciantes o industriales damnificados por el incendio”, autorizó la construcción de los locales con destino a tiendas, “siempre y cuando su ejecución se realice con el carácter completamente provisional” previsto desde un principio por el Ayuntamiento.
Los primeros comerciantes que establecieron sus negocios y que firmaron los correspondientes contratos en diciembre de 1937 fueron: Oscar Beiner, Pilar Gaztelumendi (Viuda de Solbes), Emilia Gómez Ortiz, José Garmendia Alcayaga, María Altamira (Viuda de Gaztelumendi) y José Olazabal, Antonio Bengoechea, Purificación Larrea y Joaquina Zamora Urquia (Viuda de I. Marticorena). El coste total de la instalación fue de 25.840 pesetas y 25 céntimos.
Desde los planos de construcción se pensó en dotar al edificio con un reloj, sin embargo no fue hasta 1953 cuando se instaló.
En los años 60 con la intención de reorganizar la conocida como “zona oficial” se pensó en un rediseño del edificio que fue planteado en “la perspectiva de la reforma urbana” de 1960 completado con una gran torre por el propio José Iribarren.
El edificio, erigido con carácter provisional ha permanecido en pie hasta hoy, 13 de marzo de 2012.
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