Irun abre una Vuelta por la incertidumbre
CÉSAR ORTUZAR 20.10.2020 | 00:33La carrera, que arranca hoy en Irun, se enfrenta a la segunda ola del coronavirus y al mal tiempo con un cartel en el que sobresalen Roglic, Dumoulin, Froome, Carapaz y Mas.
Pisará la Vuelta territorio ignoto, hostil y desconocido. No existe memoria, ni referentes, ni cuaderno de bitácora para una competición encajada entre octubre y noviembre. Todo será nuevo en una carrera desalojada de su zona de confort. La Vuelta debió nacer en los Países Bajos, recorrer el caluroso agosto por el templado norte y despedirse en el amanecer de septiembre. Nada existe de aquello, ni la duración. Las tres semanas las podó el coronavirus, clave de bóveda del caos de 2020, y dejó la ronda española en 18 días, los que van desde hoy y hasta el 8 de noviembre en Madrid. La pandemia esquilmó tres días de competición, alteró el almanaque de la prueba, que se solapa durante seis días con el Giro, y la enfrenta a lo incierto en la segunda sacudida del coronavirus. Se adentra la Vuelta, que se descorcha en Euskal Herria, de Irun a Arrate (la carrera también se personará entre Iruñea y Lekunberri en la segunda etapa y visitará Gasteiz y Gaubea, en la séptima), en una burbuja para recorrer el espinazo del norte peninsular, el nudo gordiano de las borrascas.
Espera el frío, la lluvia y, tal vez, la nieve. Por contra, escaseará el calor del público porque desde la organización de la carrera piden que los aplausos y los ánimos se queden en casa, en el sofá. Una carrera a una tele de distancia para salvaguardar la salud. Es el primer mandamiento de la organización y de las autoridades. Será una Vuelta confinada que tratará de inmunizarse del virus que está resquebrajando los cimientos de la sociedad. En ese ecosistema tan sumamente frágil, donde un estornudo provoca un estado de alarma, se enciende una carrera con el calor de los rescoldos del Tour. De la Grande Boucle la Vuelta importará un estricto protocolo anticovid que se antoja imprescindible ante el impacto de una pandemia que no cesa. La Vuelta será una caravana de burbujas. Las medidas sanitarias blindarán la carrera en lo posible. Es lo más sensato frente a un virus feroz y despiadado que recorre el mundo con una enorme capacidad de propagación. Por eso tampoco habrá público en dos de las cimas con más imán en el imaginario colectivo de la afición vasca. Arrate y Orduña, cumbres veneradas por el público, no tendrán eco. Serán cumbres mudas, silentes, pero más seguras. El Gobierno Vasco determinó con buen criterio aislar la carrera de los gritos de la cuneta atendiendo al juicio sanitario. La directriz principal de la Vuelta es sobrevivir y avanzar sin contagios ni sobresaltos. La competición alcanzará el protagonismo si el COVID-19 no se adentra en el tuétano de la carrera.
El tiempo será el segundo gran condicionante de la Vuelta. El otro enemigo. El otoño en el tercio superior de la península convoca al frío y la lluvia en octubre y noviembre. La nieve también podría colarse en el reparto. Eso endurecerá aún más una carrera de por sí montañera. "Con el mal tiempo, los músculos sufren mucho más. Los corredores llegan tiesos, mucho más fatigados cuesta más recuperar el esfuerzo del día a día. Así que todo se complica. El gasto calórico se incrementa en un 20% solo para poder entrar en calor. La lluvia y el frío lo condicionarán todo", expone Xabier Muriel, director del Caja Rural, que no oculta que la confección de su equipo responde en buena medida a la capacidad de los corredores para soportar las adversas condiciones meteorológicas que esperan. "Los que mejor se adapten al mal tiempo tendrán mucho ganado en esta Vuelta", estima el director guipuzcoano. El mal tiempo recrudecerá aún más la marcha del pelotón.
ROGLIC DEFIENDE TÍTULO La espada de Damocles de la pandemia y las borrascas perseguirán a una Vuelta en la que sobresalen los nombres propios del Tour: Primoz Roglic, defensor del título, Tom Dumoulin, Richard Carapaz, Enric Mas y Alejandro Valverde en su marcha por el norte en busca del maillot rojo, al que también aspira Chris Froome, del que se desconoce su estado de forma real después de que no corriera el Tour. El Jumbo, con el esloveno y el neerlandés como cabecillas, intentará atar la carrera como sucediera en el Tour (solo Pogacar fue capaz de saltarse todos los controles en la crono milagrosa que le concedió el título) con gregarios de alto nivel como Kuss, Gesink o Bennett. Para desatar ese nudo, el Movistar apostará con Enric Mas, Valverde y Soler, el tridente con el que actuó en la Grande Boucle. Ineos cargará con Carapaz, Sosa y Froome. El británico es una incógnita, pero también un anzuelo para la carrera. El Astana o Eustana, según se mire, alineará un equipo dispuesto a la rebelión. Vlasov, una de las figuras emergentes del ciclismo, podría ser el hombre para la general, pero sin descuidar la presencia del Ion Izagirre, recuperado de la caída en el Tour. Junto a Ion, formará la dupla de Ormaiztegi su hermano Gorka, otro ciclista con el sello de la garantía del núcleo vasco. Omar Fraile, un cazaetapas, también reforzará la estructura de los kazajos, que contará con la aportación del también guipuzcoano Alex Aranburu.
Entre el resto, la responsabilidad del Mitchelton recaerá en Esteban Chaves y en la regularidad de Mikel Nieve. Pinot aparece con la idea de quitarse de encima el recuerdo de su desgraciado Tour. Deberá reinventarse. Otro francés, Guillaume Martin, que rindió a gran nivel en la Grande Boucle, buscará su sitio en la Vuelta. Michael Woods y Daniel Felipe Martínez serán la referencia del Education First, mientras que en el Emirates el mando lo tendrá David de la Cruz. En el Caja Rural, el bilbaino Jonathan Lastra y el esprinter gasteiztarra Jon Aberasturi son los dorsales a seguir. Sin la presencia de Mikel Landa, en el Bahrain el liderato será cosa de Wout Poels. Todo ellos intentarán dar esquinazo al coronavirus y guarecerse de las adversas condiciones meteorológicas en una Vuelta de altura.
TOURMALET Y ANGLIRU El final de hoy en Arrate, la escalada mañana a San Miguel de Aralar y la ascensión a Orduña, en el séptimo día de competición, certifican la querencia por la montaña de la carrera. La organización apuesta por una escenografía nítida, con una solo contrarreloj. El resto de la orografía tiende a las alturas como soporte para la competición. Después de las dos primeras jornadas, donde se acarician las cumbres, el tercer día de carrera se llegará a una cima inédita en la Laguna Negra. Tres días más tarde, la Vuelta tomará prestado del Tour el Tourmalet, corona de la sexta entrega de la carrera, previo paso por el Portalet y el Aubisque. El coloso francés, uno de los lugares sagrados del ciclismo, concederá brillo a la Vuelta si la nieve lo permite. El Tourmalet, con sus 2.115 metros de altitud y una subida de 17 kilómetros, será una de las llaves de la carrera.
Después de la primera jornada de descanso, la Vuelta planeará por Orduña, que desempolva la memoria de Gimondi, Merckx, Thevenet u Ocaña en la última de las etapas vascas. Seguidamente, un alto sin pasado en la Vuelta, el Moncalvillo (ocho kms al 9% de desnivel medio con rampas del 15%) dará final a la octava jornada. La montaña asturiana subrayará dos jornadas claves con final en La Farrapona tras descontar La Campa, La Cobertoria y San Lorenzo. El domingo de esa semana eleva el mentón el Angliru y sus rampas en las que se detiene el tiempo. Al coloso asturiano de desniveles imposibles se accederá tras coronar La Mozqueta. La única contrarreloj de la Vuelta, de 33 kilómetros, desembocará en el Mirador de Ézaro, con sus paredes al 30%. La Covatilla aparece en el libro de ruta como remate de la Vuelta con una etapa de seis altos antes de que la carrera se cande en Madrid el 8 de noviembre. Una Vuelta por la incertidumbre.
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