martes, 16 de febrero de 2021

Un hombre que hablaba con la tierra

Noticia publicada en Diario Vasco,el martes día 16 de Febrero de 2021.

Un hombre que hablaba con la tierra

Jaime Rodríguez Salís. / F. DE LA HERA
Jaime Rodríguez Salís. / F. DE LA HERA
FÉLIX MARAÑA

Jaime Rodríguez Salís, que acaba de morir con sólo 94 años en la casa Beraun de Irun, donde nació, también hablaba con la tierra. Jaime era un hombre que hablaba con la tierra y escuchaba los ecos y las ondas que la tierra emite. La obra intelectual, empresarial, emprendedora y humana de este ciudadano, que quiso siempre vivir discretamente, es de una importancia capital para mejor comprender la historia del País Vasco.

Desde la Casa Beraun, Rodríguez Salís continuó su tarea familiar de embajada y hostal de Cultura durante todo el siglo XX. Su padre, Luis de Uranzu, que escribió hermosas páginas sobre el Bidasoa, su madre, Lolita Salís, que escribía también, publicó memorias y novelas y hablaba con los pájaros, enseñaron a Jaime el valor civil de la cultura, del entendimiento del mundo, su saber mirar alrededor con intensidad, para que la mirada nos lleve al pasado y la intención nos proyecte al futuro.

Con sus descubrimientos de los yacimientos romanos en Irun Jaime ha cambiado la idea sobre la presencia romana en el País de los Vascos. Por él cuenta esta ciudad y Euskadi con un Museo Romano Oiasso. Emprendedor y sabio, hizo de Remelluri, en la Rioja de Álava, un templo de Cultura, donde nos habla el viñedo, las piedras, los vientos airados y dulces de la ladera del Toloño. Cuando llegó a Remelluri, este hombre polifacético, músico sin título oficial, arqueólogo sin título, ingeniero de montes sin título, empresario sin título, hombre culto sin título, pero con el saber, el conocimiento y la cultura de un sabio, lo primero que preguntó al llegar a Remelluri, es qué había en el subsuelo, cómo había sido la historia, qué teníamos que escuchar que nos decía el tiempo de los tiempos. No sólo descubrió allí un cementerio, unas piedras que hablaban, sino que convirtió la finca en un vergel, una siembra de árboles del mundo que acompañan a la vid y hacen del viñedo un territorio donde la naturaleza también nos habla. Convirtió la ermita del lugar en un laboratorio del nuevo lenguaje nuevo del arte. Invitó a un originalísimo Vicente Ameztoy a vivir y convivir con aquel espacio, y a pintar aquellas paredes que hacen más humano el eco del pasado, en que lo religioso y lo humano parecía venir sólo del cielo. Jaime sabía que el cielo también está en el subsuelo.

Cuando Jacques Delors quiso conocer Gipuzkoa por dentro, quiso que fuera Jaime quien le acompañara. Universidades de todo el mundo reconocen lo que ha significado en la arqueología este irunés de todas partes. Julio Caro Baroja, Barandiarán, nuestras autoridades en la historia del tiempo, valoraron su tarea, que sólo puede explicarse por la vocación de conocimiento de Rodríguez Salís.

Merece pararse en la lectura de su biografía, 'El niño republicano de Beraun', publicada por Alberdania, que también editó su libro sobre Jorge Oteiza en Irun, documento éste que certifica que el paso del artista por el Bidasoa no fue de recreo, sino campamento de creación. Jaime estuvo a su lado, como lo estuvo su aita Luis de Uranzu, quien padeció la guerra, el destierro y la mutilación intelectual y de libertades.

Solidaridad en el duelo con toda su familia, hijos y nietos; con Remelluri y su equipo, con todo el equipo del Museo Oiasso. Solidaridad con Irun, ciudad que tenía una historia que desconocía. A partir de la intuición, inteligencia, pasión razonada por desentrañar el pasado, a través de sus conocimientos arqueológicos y cariño de Jaime por la historia, puede decirse que ya no es la misma. Sus descubrimientos, su empeño emprendedor y su visión para conformar equipos (Arkeolan, Luis de Uranzu Kultur Taldea), la historia de Irun y del País Vasco se puede contar de otra manera. Jaime ha sido un civil con conciencia civil. Un digno heredero de la casa de Beraun, de su aita y ama, dos personas llenas de civilidad y amor por la Cultura, que predicaron en tiempos difíciles. Jaime era, por demás, un hombre generoso y amigo. Agur eta ohore.


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