La exposición cuenta que Zanpantzar es un personaje que en época carnavalera representa, en la comarca del Bidasoa pero no sólo aquí, los comportamientos humanos y, normalmente, no los más nobles y loables. Aunque de forma simpática, encarna los peores rasgos y situaciones y para eliminarlo todo, se somete a un ritual ancestral de «captura, exhibición pública, juicio y ejecución». Un rito similar sufren otros personajes muy parecidos en el País Vasco francés, o Miel Oxin en Lantz, «o 'El Judas', 'Marquitos' y tantos otros», explican en la muestra. «Esa forma de erradicar los males no parece muy efectiva, ya que se repite cada año», admite el mismo texto.
Surgido de la tradición rural, Zanpantzar se ausentó de Irun durante largo tiempo para, en una versión más moderna y urbana, regresar en 1988 de la mano de Bidasoako Txaranga, Aduana Elkartea y el artesano Xabier Garate. Su vuelta y el rito a su alrededor fueron recibidos mejor que bien, pero la figura enorme y pesada, que quedaba fija en la plaza de San Juan hasta su quema, fue objeto de vandalismo en los dos años siguientes. Eso obligó a replantear el modelo y optar por algo similar a un gigante que pudiera recogerse para pernoctar. Al mismo tiempo, sus nuevas características lo hicieron apto para desfilar y bailar y ganó un gran y nuevo protagonismo en el Carnaval local.
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