Behobia: frontera fantasma
Al límite. Los comerciantes de la zona ven su futuro «oscuro tirando a negro» si no se abre la muga y se permite la circulación transfronteriza para reactivar la actividad comercial, que ha caído «casi el 100%»
Rubén y David Fraile divisan desde su negocio la frontera con Francia de Behobia. Apenas un centenar de metros separan su establecimiento de las vallas que impiden el tránsito a cualquier persona que quiera cruzarla. La misma que permanece cerrada a cal y canto por la crisis del coronavirus y que ha dejado sin clientes a toda la zona comercial fronteriza. «Desde el jueves es fiesta en el país vecino, un puente potente y muy goloso que mucha gente aprovecha para salir. Ahora mismo, todo esto debería estar a rebosar de turistas haciendo compras y, en cambio, no hay nadie. Cero, es la nada», lamentan los dos hermanos que regentan 'La Cave', la tienda en la que venden productos de charcutería y alimentación, vinos y licores.
La imagen de la zona es desoladora. Los locales cerrados ganan por goleada a los abiertos. Las persianas echadas y los candados en las puertas son los protagonistas en la mayoría de los negocios. En un lugar donde antes la actividad era un constante ir y venir de clientes por el trasiego de conductores, transportistas y personas que abarrotaban los supermercados, los bares y los estancos, ahora se impone el silencio ante unos comercios que ven su futuro «de color oscuro tirando a negro» y repleto de «múltiples incógnitas», si las autoridades no abren la muga por este paso y permiten la movilidad transfronteriza. «Nuestro oxígeno es que la frontera esté abierta, si no es así estamos muertos», afirma Marco Teixeira, de Venta Teixeira, quien apunta un dato fundamental para entender la «compleja» situación por la que pasan. «El 99% de nuestros clientes son franceses y, muchos de ellos, provienen de localidades como Hendaia, Biriatou o San Juan de Luz. Hasta que no regresen, nuestros ingresos van a ser cero o casi nada».
Mientras Gipuzkoa se prepara para pasar el lunes a la fase 2 de la desescalada, estos comerciantes sienten que no avanzan. «Sin clientes a los que atender, es como si siguiéramos en la época de confinamiento. Estamos igual que cuando no podíamos abrir», señala Rubén, que además es el presidente de la Asociación de comerciantes de Behobia. Asegura también que los pocos negocios que han abierto, lo han hecho con el propósito de que al menos «la escasa gente» que pasa por la zona «vea que seguimos aquí».
Antes de la crisis, en el establecimiento de los Fraile trabajan ocho personas. «Abríamos todos los días de 8 a 20 horas -recuerda Rubén con un punto de nostalgia-. Ahora, lo hacemos de 9 a 18 horas y cerramos los domingo y los sábados por la tarde. Solo venimos a trabajar mi hermano y yo. Nos hacemos compañía para que uno de los dos no esté solo en la tienda todo el día, sin apenas nada que hacer».
Ante esa falta de actividad, a lo que dedican la jornada estos comerciantes es «a tener el local a punto» por si llega algún cliente puntual y «a hacer devoluciones de los productos que se están caducando. Hay empresas que recogen el material y otras que no, con el perjuicio económico que ello supone».
«De brazos cruzados»
En esta tesitura, las cuentas son fáciles. No hace falta calculadora para hacerlas. «Las pérdidas son prácticamente del 100%. Muy a nuestro pesar nos pasamos el día de brazos cruzados», explica Marco mientras Rubén expone un ejemplo con datos. «La caja que hemos hecho cualquiera de estos días la multiplicas por los 30 del mes y el total es menor que la recaudación de la peor jornada de mayo del año pasado».
Un «revés» que llega cuando comenzaban a ver «algo de luz» después de haber incrementado sus facturaciones en enero y febrero y tenían esperanza en dejar atrás la crisis económica anterior, a la que hay que sumar «la de los chalecos amarillos y la celebración del G-7 el año pasado en Biarritz, que también nos afectaron mucho. 2020 había comenzado muy bien, pero se ha torcido como nunca».
Dicen sentirse «abandonados» porque el cierre de la frontera en Behobia supuso desviar todo el tráfico por el puente de Santiago y «de un día para otro, tuvimos que cerrar». La única solución posible que ven a su situación es que las autoridades «de los dos lados sean flexibles» y se permita «cuanto antes» la circulación transfronteriza «porque muchos negocios están al límite y tenemos dudas de que podamos aguantar mucho más si las cosas siguen igual».
De hecho, de los 28 comercios que llegaron a ser hace unos años, ahora no se llega a la veintena «y estamos seguros de que alguno se va a quedar por el camino después de esta crisis».
Quien no va a cerrar su local, al contrario, es Josema Elosua, propietario del bar Faisán. Aprovecha estos días para reformar su establecimiento y espera abrir «a partir de la primera semana de junio. Antes no merece la pena hacerlo porque Behobia está muerto. Las autoridades deberían reflexionar y darse cuenta de que al comercio le afecta más el cierre de la frontera que el coronavirus», concluye el hostelero.
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