Un hilo de plata con valor de oro
Una docena de voluntarias de Nagusilan de la comarca participa en el servicio de acompañamiento telefónico a personas mayores que viven solas
«Os acompañamos con una charla amena a todas aquellas personas mayores que os encontráis en situación de soledad no deseada». Con esta propuesta se presenta el Hilo de Plata, el servicio de acompañamiento telefónico gratuito que ofrece la ONG Nagusilan. A raíz del confinamiento derivado de la pandemia del Covid-19, este servicio se ha visto reforzado, en colaboración con los departamentos municipales de Bienestar Social. El número de personas atendidas desde que se decretó el estado de alarma ha aumentado, pero también ha crecido el voluntariado dispuesto a conversar y, sobre todo, a escuchar a las personas mayores que se encuentran solas. Tres voluntarias irunesas del Hilo de Plata nos cuentan su experiencia.
Un rato entretenido
«Cuando empezó el confinamiento, Nagusilan envió un whatsapp para ver si alguien estaba dispuesto a colaborar en el Hilo de Plata», cuenta Rosa Cadenas. «Yo dije que sí. Ahora estoy hablando con cuatro personas mayores. Al principio, fueron solo dos, porque aunque soy voluntaria de Nagusilan, nunca había hecho esto. Primero quería ver cómo iba la cosa. A los días de empezar, me llamaron para ver qué tal me iba. Les dije que bien y me preguntaron a ver si podía llamar a otras dos personas más. Y dije, ¡pues venga!»
En días alternos, Rosa llama a tres personas mayores vecinas de distintas localidades guipuzcoanas y a otra residente en Vizcaya. «Les cuento qué he hecho ese día y ellos también. Siempre acaban saliendo cosas personales, suyas y mías, en la conversación. Trato de echarle humor, nos entretenemos y nos reímos un rato».
Las cifras
- 259
- Es el número total de personas (220 mujeres y 39 hombres) atendidas por el servicio Hilo de Plata de Nagusilan. De ellas, 20 son los usuarios de este servicio en Bidasoaldea. Antes del Covid-19, el total de personas atendidas era de 117, de ellas 13 en Bidasoaldea. Las personas voluntarias que prestan este servicio son un total de 59 (46 mujeres y 13 hombres), de ellas 12 son vecinas de Bidasoaldea. Antes del Covid-19 las personas voluntarias del Hilo de Plata eran 13.
Una de las personas mayores a las que Rosa llama por teléfono le dio un susto hace unos días. «Después de seis o siete llamadas a diferentes horas, no me cogía y pensé lo peor: que se había caído o le había pasado algo. En esos casos, avisamos a Nagusilan y ellos se encargan o se ponen en contacto con el Ayuntamiento, si es necesario. Afortunadamente, todo quedó en un susto. No pasaba nada malo».
Rosa confía «en aportar algo a las personas a las que llamo. Estos días están siendo duros para la gente que está sola. Yo me siento feliz charlando un rato con ellos. Me gusta ayudar en lo que pueda y ahora que mis hijas se han hecho mayores y estoy jubilada tengo más tiempo».
A la segunda llamada
No todo el mundo recibe bien la ayuda, al menos al principio. María, otra voluntaria irunesa que quiere dar su testimonio, aunque no su nombre, se llevó un disgusto el día de su estreno en el Hilo de Plata. «Yo he colaborado en Nagusilan desde que se formó en Irun», explica. «Había oído hablar de este servicio, pero nunca había participado. Me llamaron y me preguntaron a ver si podía colaborar. Dije que sí. Me dieron el teléfono de una señora de 92 años que vive en Vizcaya. La llamé, pero no le hizo demasiada gracia. Me dijo: ''¿pero usted quién es, si yo no la conozco''. Yo le dije: ''soy una señora de Irun...'' y poco más, porque me colgó el teléfono. Entonces llamé a Nagusilan y les conté lo que me había ocurrido. Me dijeron: ''No te preocupes, que suele pasar. Llama otra vez''. Y eso fue lo que hice. A partir de la segunda llamada, empezamos a hablar dos días por semana. Ahora hablamos a diario y no sabes lo amigas que nos hemos hecho. Hablamos de las cosas del día a día, de temas personales... Estamos esperando a que acabe esto para conocernos».
Juana Mari Erro, veterana voluntaria de Nagusilan, hizo su primera llamada para el Hilo de Plata «el 2 de abril. Yo llamo a tres personas. ninguna es de Irun. Tienen 88, 90 y 92 años. Una de ellas, además, tiene problemas de visión y sale muy poquito. Todas pasan muchas horas en casa y desde la crisis del coronavirus más. Hablamos de diferentes cosas. Les dejo hablar, que no es fácil, porque con lo que yo hablo... Pero creo que lo que más necesitan es que se las escuche».
Al principio, Juana Mari mantenía conversaciones «de 7 u 8 minutos. Ahora igual estamos 20 minutos y eso que yo no soy mucho de teléfono. ¡Fíjate que ni siquiera tengo móvil! Pero esta actividad me ha llenado mucho. No hablamos del coronavirus. Trato de animarlas y de poner el foco en cosas positivas. Lo agradecen de una manera increíble y yo les he cogido mucho cariño. Me quieren conocer. Cuando todo esto acabe, iré algún día a tomar un café con ellas».
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