IRUN
De aquella columna a esta plaza
Mertxe Tranche puso voz a los 450 años de historia de este emblemático espacio de San Juan
19.05.12 - 03:01 -
EL DATO
Cambiar la fisonomía de su núcleo central no es algo que las ciudades hagan cada día. Pero tampoco es algo que pase una vez en la historia. Para abrir este fin de semana en el que los irundarras celebran que ya disponen de su nueva plaza San Juan, la historiadora irundarra Mertxe Tranche pronunció el jueves una conferencia sobre la historia de este espacio que no siempre fue plaza y cuya historia, como dijo en el preámbulo el alcalde, José Antonio Santano, «es la historia de Irun».
La responsabilidad de contarla ante una Sala Capitular repleta que asumió Tranche, la convirtió ella misma en «un gran honor, como irundarra y como historiadora», nada más empezar a hablar. Se lanzó a un relato poético de los casi tres años de obras. Un «relato emocional del proceso», definió ella, que como vecina, sufrió en su día a día. Hubo, claro, «molestias por el ruido, curiosidad por el resultado, afección a los negocios, ilusión... Pero más allá de eso, nada nos perturbaba, nos adaptábamos. Seguíamos siendo optimistas». Hasta un día «en que todo cambió. Sólo fue un paso más en la obra, pero para todos supuso una conmoción: nos quitaron la bisera». Admitió que «nunca fue demasiado bonita ni útil, pero era nuestra. Sentimos que algo había cambiado definitivamente, conscientes de que para que llegar a lo nuevo, dejábamos atrás cosas que nos daban seguridad e identidad».
Tranche hizo un paréntesis en la narración para citar la tradición hindú de emplear cuentos como herramienta sanadora en quien se encuentra desorientado. A esta sociedad irunesa actual, desconcertada ante la crisis y desubicada con la transformación del corazón de su ciudad, nada que ver con aquella tan «opulenta y optimista» que arrancó el proyecto hace siete años, la historiadora le quiso contar, como terapia, «el cuento de la plaza de San Juan».
La historia arrancaba hace mucho tiempo en un lugar nada lejano. Durante el siglo XV, la entonces universidad de Irun «al pie del río y del camino de las postas» trataba de ganar autonomía «desafiando la autoridad civil y militar de Fuenterrabía», que se oponía a tales ambiciones.
Se suele citar la columna de San Juan Arri como un elemento irunés reivindicativo de su independencia de la villa vecina. Tranche explicó que aquel 1564, unos meses antes, en el mismo punto donde se quería alzar la columna de piedra, un irundarra había acabado con la vida del alcalde de Fuenterrabía, que escoltado por 30 hombres trató de llevarse la pesa romana de la iglesia irunesa que servía a los comerciantes locales en sus negocios. Los hondarribitarras de entonces, lógicamente, se oponían al desaire que suponía la columna. En un juego de picardía, Irun decidió que se coronaría con un San Juan, dándole un sentido religioso. Y la obra se ejecutó.
Es el punto de partida de un lugar que, bajo diversas formas, ha sido núcleo de la vida irunesa a lo largo de los siglos. «Las fuentes hablan de calle o plaza de San Juan. Se hacían subastas y hasta corridas de toros, por lo que algo de espacio debía tener», aunque, las investigaciones apuntan a que debía ser algo más parecido a un amplio cruce de calles que a una plaza.
Durante todo el siglo siguiente, explicó la ponente, Irun fue dando pasos hacia su desanexión de Fuenterrabia. «Ganó títulos para su bandera (muy noble y muy leal), autonomía militar...» Pero también padeció un ataque francés en 1638 que dejó la ciudad devastada: «se destruyeron 238 casas y caseríos y varios molinos y ferrerías. Pese al desastre, la población seguía aumentando».
Nace la plaza
Las ansias de independencia y el crecimiento imparable llevaron a que ya en el siglo siguiente, en 1742, los irundarras pidieran permiso para edificar una casa concejil con una plaza pública, precisamente, en lo que hoy llamamos plaza de San Juan. «Alegaban que era 'paraje que viene a estar en medio del cuerpo de gente de la universidad'». Ya entonces era el centro. Aquella fue, decía Tranche, «una operación de envergadura, tanto o más que la que nos hemos planteado ahora». Expropiaciones, explanación, préstamos varios, un edificio ambicioso, nobles materiales y permisos complicados que, cómo no, dificultaron aún más desde la villa vecina.
El proyecto, encargado al ingeniero militar Felipe Crame, arrancó en agosto de 1756 «con una 'fiestuqui'» con desfile, música de pífanos y tambores, repique de campanas, exhibición de la bandera local, descargas, cohetes voladores. Fue «el primer acto celebrado en la plaza». El edificio, actual Ayuntamiento, se inauguró «aunque sin terminar» en 1763 y se estuvo pagando hasta finales del siglo XIX...
En los dos siglos y medio desde que la plaza es plaza, su fisomía ha cambiado continuamente. A veces, por la voluntad de mejorar, como en la creación de las calles San Marcial y Uranzu; otras, haciendo de la necesidad virtud al aprovechar la destrucción causada por tantas guerras (la de la Convención, la de la Independencia y las Carlistas) para reordenar la ciudad. Se daban épocas de parón por incapacidad económica o aletargamiento, otras de avance raudo impulsadas por genios entusiastas como Policarpo Balzola.
Así, la plaza llegó a la Guerra Civil distinta a lo que conocemos, con una manzana de casas que separaba San Juan de Etxeandia y una estrecha calle, general Freyre, como única conexión. Y no fue el incendio bélico el que destruyó todas esas viviendas sino, paradójicamente, el Plan de Reconstrucción de la ciudad. Fruto de aquel proyecto del 38, surgió la visera, y la plaza cambió abriéndose como nunca hacia Colón a la espera de una solución urbanística que, pese muchas ideas, varios proyectos y algún polémico intento, no terminaba de llegar.
Lo ha hecho ahora, de la mano de un proceso de participación ciudadana. Mertxe Tranche aportó su opinión para lo que de momento es el final de este cuento: «no importa demasiado si nos gusta o no: importa que hemos solucionado un tema capital tras 70 años de dilaciones. Podemos felicitarnos de este logro, ahora que hay tan poco que celebrar».
La historiadora remató la narración con el terapéutico epílogo que recogía lo que 500 años de historia nos han enseñado: «Todo cambia. Y aunque el escenario de nuestra infancia nos sea siempre querido, no debemos apegarnos a él, sino avanzar. La lucha contra las dificultades es inevitable. Nuestros antepasados llegaron a una vida más digna y justa pasando por privación, guerras e injusticias; también nosotros podremos».
La mayor parte de lo que Mertxe Tranche contó en la Sala Capitular del Ayuntamiento, aunque con algo menos detalle y algo menos de anécdota, puede disfrutarse a golpe de imágenes en ese mismo lugar durante estos días.
Ayer, hubo incluso quien pudo conocer la muestra explicada por la propia historiadora, que guió tres visitas comentadas. Durante la jornada de hoy así como en la de mañana, quien quiera puede acercarse al Ayuntamiento y repasar la 'La historia de San Juan en imágenes', que es el descriptivo nombre de esta colección de más de 150 fotografías, planos y grabados agrupados en ocho paneles. La mayor parte de este recorrido gráfico, acompañado por textos explicativos, ha bebido del fondo fotográfico municipal, con cuatro refuerzos de la Kutxateka (depósito fotográfico de Kutxa).
Los horarios de apertura hoy van de 10.00 a 13.00 horas y de 17.00 a 19.30, y mañana abrirá sólo por la mañana repitiendo el horario de hoy. Una vez que los paneles sean retirados de la sala plenaria del consistorio, pasarán a adornar el piso de aparcamiento en rotación del parking subterráneo de San Juan.
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