Crece la tensión entre PSE y PNV en su coalición de gobierno en Irun
El portavoz jeltzale acusó al alcalde socialista de utilizar «la mentira y la demagogia» y de anteponer sus «intereses políticos y personales»
El Partido Socialista de Euskadi y el PNV suscribieron un acuerdo de Gobierno en Irun a comienzos del mandato actual, a finales del mes de julio de 2015, un mes después de los pactos entre PNV y PSE para Donostia y la Diputación Foral de Gipuzkoa. No fue un acuerdo rápido ni fácil entre dos grupos no muy bien avenidos que accedieron a unir fuerzas en aras de la «estabilidad».
Es la palabra tótem de este pacto de gobierno, el mantra recitado en los balances de año, de mitad de mandato o cuando han surgido discrepancias. Porque desde el minuto uno ha sido evidente la tensión entre los miembros de este Gobierno mixto de Irun. Con todo, más allá de la lógica discrepancia entre quienes pertenecen a partidos distintos, la «estabilidad», traducida en una sólida mayoría absoluta en el pleno, ha servido para dotar al municipio de un Gobierno ágil y de unos presupuestos puntuales y estables.
25 concejales
- PSE-EE
- Cuenta con diez ediles y ostenta la Alcaldía gracias a un Gobierno en coalición con EAJ-PNV.
- Sí se Puede Irun
- La plataforma auspiciada por Podemos tiene cinco representantes.
- EAJ-PNV
- Tuvo también cinco concejales. Suma mayoría absoluta en coalición con el PSE.
- EH Bildu
- La coalición abertzale cuenta con tres corporativos.
- Partido Popular
- Obtuvo dos representantes.
Conflicto abierto
En dos años y medio, la gestión se ha visto salpicada por roces dentro de lo esperable. Los más relevantes, cuando para aprobar mociones por el derecho a decidir y la situación en Cataluña, los jeltzales sumaron votos con EH Bildu y Sí se Puede Irun, (plataforma impulsada por Podemos). Hubo intervenciones duras, pero en los días siguientes se rebajó el tono.
Nada que ver con lo ocurrido en el último mes. En el pleno de Presupuestos del 22 diciembre, los grupos de la oposición, todos ellos, hablaron de un proceso de «negociaciones paralelas»; por un lado, con el delegado de Hacienda, el socialista Miguel Ángel Páez; por otro y sin que el primero lo supiera, con el portavoz jeltzale, Xabier Iridoy, «a instancias del PNV», afirmaron después. Todo salió a la luz durante la sesión y aunque no se llegó a romper ninguno de los acuerdos que esa bicefalia negociadora había alcanzado con cada uno de los grupos, la confianza entre los socios quedó muy tocada.
Hubo varios otros encontronazos los días siguientes, pero el que ha causado las llamas más altas del incendio ha sido Korrokoitz, una degradada zona de la Parte Vieja de Irun pendiente de convertirse en una potente promoción residencial desde hace treinta años.
Iridoy, como concejal de Urbanismo, anunció hace diez días un acuerdo con los propietarios del ámbito. En unas horas, sus socios de gobierno lo desmintieron. Los socialistas argumentaron que lo que hay es una propuesta de modificación del Plan General por parte de los promotores pero que carece de informes técnicos. El tono de las declaraciones cruzadas se fue elevando y, el viernes, el alcalde, el socialista José Antonio Santano, desautorizó con contundencia a su delegado de Urbanismo asegurando que «no habrá nunca un acuerdo urbanístico antes de que informes técnicos que lo avalen». Iridoy contestó ayer sin embozo y acusó a Santano de utilizar «la mentira», de hacer «pura demagogia» y de anteponer «intereses personales y partidistas al desarrollo urbanístico del ámbito Korrokoitz».
En paralelo a este conflicto urbanístico, la edil del PP Muriel Larrea protestó públicamente por considerar que Iridoy no le trataba como al resto de componentes de la Comisión de Urbanismo y se dirigía a ella «con desprecio, altanería y conato de humillación». En este sentido, el alcalde afirmó el viernes que él hubiera llamado a la edil para «aclararlo y, si fuera necesario, disculparse». Palabras por las que ayer el jeltzale le acusó de «hacer demagogia» al dar por buena una versión «sin hablar con la otra parte. Utilizar esta lacra social como arma política es deplorable».
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