Miguel Ángel Muñagorri: «He tenido la suerte de trabajar en una sociedad pública en la que se respeta el criterio profesional»
El exgerente de Servicios de Txingudi entregó a finales de 2014 la batuta de Servicios de Txingudi a Leire Zubitur, aunque va a seguir apoyando a su empresa «para lo que haga falta»
- MARÍA JOSÉ ATIENZA
- IRUN
Llegó a la gerencia de Servicios de Txingudi en 1988, cuando todo estaba por hacer. Ni siquiera había agua suficiente como para abastecer a la población en épocas de sequía y qué decir de la pestilencia del canal de Dumboa, que se utilizaba como cloaca. Veintiséis años después, Miguel Ángel Muñagorri deja la dirección de la sociedad pública por jubilación (contrato de relevo), con los objetivos fundacionales alcanzados: conseguir el agua; potabilizarla con todos los estándares exigidos; dejar de contaminar las regatas, el río y la bahía de Txingudi y renovar las redes urbanas. Como valor añadido, ha iniciado la implantacion de las nuevas tecnologías en la gestión del ciclo integral del agua. Un asunto, el de los residuos, queda pendiente y no es porque no haya intentado resolverlo.
-Para un ingeniero hidráulico llegar a una ciudad en la que estaba todo por hacer debe de ser un reto apasionante. ¿Cómo recuerda su llegada?
-Entré en el año 88 en el Servicio Municipal de Aguas de Irun. Lo primero que hice fue pedir la cuenta de resultados y el balance y no me lo pudieron dar, porque no existía. Entré con el mandato de constituir y poner en funcionamiento la Sociedad Anónima de la Mancomunidad, que se había constituido en la legislatura anterior. Hubo dos concejales, Patxi Zapiain, de Irun, y Manuel Lararte, de Hondarribia, que se habían encargado de mirar qué era lo que había por ahí en ese universo, porque había muy poco: el Consorcio de Aguas del Gran Bilbao, la Mancomunidad del Añarbe, que estaba muy poco desarrollada y la Mancomunidad de Aguas de Pamplona, que era la que estaba más estructurada. Fueron a Pamplona y prácticamente 'fusilaron' los estatutos de la mancomunidad y también copiamos bastante los estatutos de la sociedad de gestión, que se fundó el 1 de enero de 1990.
-Cuando usted llegó a Irun todavía había problemas de abastecimiento de agua.
-San Antón se empezó a llenar a principios del 88. La última gran sequía con restricciones que tuvo Irun fue la del año 87. La gente tenía dos o tres horas de agua al día. Tenía que andar llenando las bañeras y había que traer el agua de Hendaya y de Hondarribia. Era una situación desastrosa. Recuerdo que cuando me entrevisté por primera vez con el alcalde, Alberto Buen, me dijo: «No sé qué es lo que tienes que hacer, pero no quiero que volvamos a pasar por esto». Había otro gran problema y era que la tubería de conducción del embalse a la ciudad no estaba hecha. El sistema de abasteciomiento era tercermundista. Tuvimos que ir creando y sustituyendo todo el sistema antiguo por un sistema completamente moderno. En el año 97 se inauguró la potabilizadora. Habíamos terminado la conducción de agua de Endara hasta Elordi, habíamos hecho una central hidroeléctrica a la entrada de la potabilizadora y habíamos construido gran parte de la red en alta para distribuir a los nuevos depósitos. Ése fue uno de los grandes hitos. El agua llegaba en unas condiciones razonables y de calidad. Eso nos supuso un descanso tremendo.
-Y en paralelo, fueron realizando el plan de saneamiento.
-Ése era otro hito. Empezamos en el año 91. La primera obra que adjudicamos fue el saneamiento de la regata de Dumboa, en el 93. El saneamiento del Bidasoa era como el sueño dorado. Siempre pensamos que alguna vez llegaríamos a verlo y así fue. En el año 2004 se inauguró la la depuradora de Atalerreka. Fueron casi quince años de trabajo.
-Un trabajo que no sale a la luz.
-Es la desgracia que tenemos los ingenieros hidráulicos. La transformación ha sido brutal, pero nosotros no podemos lucirnos, como se lucen los arquitectos. Hubiese sido bonito poder guardar en un cajón el olor que había en el canal de Dumboa. El 35% de todo los vertidos de aguas residuales caían allí.
-Antes de completar saneamiento, entre 2004 y 2005, Miguel Ángel Muñagorri vivió su 'annus horribilis' con el proyecto de la incineradora de Zaldunborda.
-Fue una época muy dura. Hubo una cierta contestación social y nos tocó apechugar con ella. Se cebaron conmigo y con los alcaldes. Yo creo que Servicios de Txingudi hizo lo que tenía que hacer. Muchas veces me han preguntado ¿volveríais a intentarlo? Y la respuesta es sí , sencillamente porque era nuestra obligacion. Servicios de Txingudi era una sociedad innovadora y con arranque, con capacidad de decisión y de hacer las cosas. Todo lo que se ha hecho, no se ha logrado esperando a que alguien lo hiciera. Fue una pena que no se pudiera terminar y el tiempo está demostrando qué es lo que ha ocurrido con los residuos en Gipuzkoa.
-Han pasado diez años desde entonces y el problema persiste.
-El problema sigue y agravado, porque entonces todavía quedaban unos cuantos años de capacidad de vertedero, pero ahora estamos en un momento en el que probablemente, en menos de un año, habrá que empezar a exportar los residuos de Gipuzkoa y no es fácil. Nosotros, a petición de la asamblea de Mancomunidad, tras una solicitud de Juana de Bengoechea, hicimos una investigacion sobre la posibilidad de llevar los residuos de Txingudi fuera de Gipuzkoa y vimos que donde no hay problemas administrativos, hay reticencias políticas y donde no hay ni una cosa ni otra, hay problemas de capacidad para admitir la cantidad nuestra, que son 25.000 toneladas, cuanto más para colocar las 180.000 de toda Gipuzcoa. El problema es grave. Creo que tendrían que sentarse los junteros y los responsables políticos el lunes por la mañana y empezar a pensar ya qué se va a hacer con los residuos. En este momento, y con unas elecciones municipales en mayo, los puentes están rotos. Pero hay un problema acuciante y es necesario abordarlo.
-¿Cuál es la solución, en su opinión?
-La solución pasa por hacer una incineradora. Eso es indudable. Gipuzkoa no tiene otra salida. Pero eso no es cosa mía. El PIGRUG fue un plan consensuado entre todos los profesionales de las mancomunidades de Gipuzkoa, con los que los responsables políticos deberían sentarse y hablar, que para eso están preparados, pero hace tres años y medio que nadie les consulta para nada y es una pena. Es una verdadera pena que los residuos sean un problema, cuando hay una buena solución. No hay más que ir al centro o al norte de Europa para verlo.
-Hablando de profesionales, colegas suyos, ¿se puede trabajar con independencia en una sociedad pública?
-Yo he tenido la suerte de trabajar en una sociedad pública en la que se respeta el criterio profesional. Hemos trabajado en un entorno público, en el que hemos contado con la colaboración y con la confianza de personas de un amplísimo arco politico. Hemos conocido decenas de concejales y varios alcaldes y ha habido un consenso grande a favor de todo lo que hemos hecho. Eso es básico y es lo que siempre se ha querido, desde que se constituyó la sociedad. Creo que éste es un territorio liberal, donde gentes de diferentes adscripciones políticas nos hemos entendido perfectamente. Hemos tenido la suerte de que no han estado mirando a su peasamiento partidista, sino al trabajo de los profesionales. Es una suerte porque, por desgracia, llevo muchos años viendo las cosas que ocurren en la algunas administraciones, donde profesionales excelentes están absolutamente frustrados porque no les dejan hacer su trabajo. Ése es el pan nuestro de cada día y es lamentable. En ese sentido, yo me siento irunés y hondarribitarra. Aunque no viva aquí, ni haya cultivado aquí mi vida social y afectiva, para mí, Txingudi es y será siempre algo muy propio.
-Leire Zubitur ha tomado ya el testigo en la gerencia de Servicios de Txingudi. ¿Cómo deja al equipo?
-Tenemos un equipo humano fantástico que es la base de todo. Podenos presumir de todo un abanico de obras, pero lo más importante es haber logrado este equipo, porque eso es lo que garantiza el futuro. Nos han permitido crear una empresa fuerte, potente y profesionalizada. Leire llega a la gerencia con 36 años, los mismos con los que yo empecé. Es una persona joven, trabajadora, responsable, preparada y con la suficiente empatía como para entender cómo funciona la empresa. El traspaso está hecho y ha sido fácil, pero independientemente de cuándo acceda a la jubilación completa, estaré ahí para lo que haga falta.
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