Miles de opillas para compartir
Una multitud de niños y mayores se acercó a la plazoleta del Juncal en una soleada mañana del día de San Marcos
- MARÍA JOSÉ ATIENZA
- IRUN
«¡La que estás armando! Esto parece una manifestación!», le decían a Fernando Jiménez, el párroco de Santa María del Juncal, cuando se encaminaba a la plazoleta de la iglesia. No, no era una manifestación, pero sí una multitud, de niños y mayores, la congregada ayer ante el tablado dispuesto para que el párroco bendijera las opillas.
Pasaban cinco minutos de las 11.00 «por deferencia a los que llegan tarde», dijo Fernando Jiménez, cuando, en un día de San Marcos casi veraniego, se reeditó una de las más queridas tradiciones del calendario irundarra: la bendición del dulce bizcocho regalado por las madrinas. Miles de criaturas portadoras de opillas y acompañadas por sus aitas, aitonas y, cómo no, madrinas guardaron silencio para escuchar al sacerdote, que, como de costumbre, comenzó cantando el 'Goazen elkarturik...' y dejó después varios mensajes bien claros.
Agradecidos y solidarios
«Habéis venido con vuestras opillas, que normalmente son regalo de la madrina. ¡Qué bonito es que seamos agradecidos con las personas que nos quieren y que se preocupan por nosotros!», dijo Fernando Jiménez. «Cuando venía, he visto a un niño con una opilla enorme y le he dicho: '¿Dana zuretzako?' Y me ha contestado: 'No, la vamos a comer entre seis. Es para compartir'. Eso es lo que necesita nuestra sociedad: momentos de compartir, porque la solidaridad y la entrega son cosas muy bonitas. Dios quiere bendecirnos a través de esta opilla para que nosotros vivamos la vida compartiendo y cuidando a los demás».
Y un mensaje de propina: «Si el tiempo se porta y vais a comer la opilla a Ibarla, a San Marcial, o a Guadalupe, yo os pediría que tuvierais cuidado con la Naturaleza. ¡Cuidado con los papeles y las bolsas de plástico!», advirtió el párroco.
Fernando Jiménez anunció a continuación que se iba a dar lectura «a un trozo de la Biblia, de Los Hechos de los Apóstoles, pero no os asustéis, que es muy breve». Periko Maíz leyó el pasaje, que hacía referencia a los primeros cristianos que acudían a escuchar las palabras de los Apóstoles «y compartían el pan, con alegría y sencillez de corazón».
Tras la lectura, se vivió el momento clave, ese en el que el párroco echa mano del hisopo y los niños preguntan nerviosos «¿ahora?, ¿ahora?», al tiempo que alzan la opilla todo lo que dan de sí sus brazos para que reciba el agua bendita.
Después, llegó lo mejor: el momento de degustar el bizcocho, los huevos de chocolate, los caramelos... «Estoy emocionada», decía Fany, que acudió al Juncal con su hermana Filo y su ahijado Gaizka. «Soy tía abuela y madrina del niño y también de su madre y éste es un momento muy bonito para todos». No menos contento estaba Ibon, de 6 años, que acudió con media familia. «Tengo muchas ganas de comer la opilla», decía. «Ahora voy con mis primos a casa de la abuela Pepi, que es mi madrina». La de Laura «vive en Nicaragua, pero mi madre se encarga de que siempre tenga opilla».
Las terrazas de los bares del centro de la ciudad se llenaron de familias que degustaban el dulce bizcocho y también fueron cientos de irundarras los que se desplazaron a Ibarla o subieron a San Marcial para disfrutar de un espléndido día de San Marcos.
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