Miguel Usabiaga (Autor de 'Flores de la República'): «He intentado alcanzar la máxima verdad sobre los fusilados en Pikoketa»
Sobrino de uno de los asesinados, ha publicado un libro sobre lo que ocurrió en agosto de 1936
Miguel Usabiaga Autor de 'Flores de la República'
- JOANA OCHOTECO
- IRUN
La última vez que Marcelo Usabiaga habló con su hermano Bernardo fue un día de agosto de 1936, junto al convento de El Pilar, que en aquellos primeros días de la guerra se había convertido en el Cuartel General de la Defensa de Irun. «Subimos a Pikoketa», le dijo. Ni él ni diecisiete personas más volvieron a bajar. Asesinados por requetés, sus cuerpos permanecieron enterrados hasta que la llegada de la democracia, que permitió, 40 años después, comenzar a recuperar su dignidad y memoria. Miguel Usabiaga, hijo de Marcelo y arquitecto de profesión, ha aportado una nueva luz sobre esta historia con la publicación de 'Flores de la República. Los olvidados de Pikoketa'.
-¿Cómo se decide a rescatar esta historia y convertirla en libro?
-El de Pikoketa es un tema en el que estoy muy implicado. Como sobrino de Bernardo, he participado siempre en los actos de recuerdo y homenaje; para mantener la llama, el recuerdo. Al principio era algo familiar y reducido y, desde 2005, a través de la Asociación Republicana Irunesa Nicolás Guerendiain, se empezaron a hacer actos abiertos a toda la ciudadanía, y el Ayuntamiento de Irun también manda cada año unas flores al cementerio. En un momento dado me interesó profundizar más en esos hechos. Se conocía lo que la memoria ha ido transmitiendo, ya que alguno de los que estuvieron en Pikoketa sobrevivió y lo contó. Pero yo quise profundizar a través de archivos, intentar alcanzar la máxima verdad al respecto ya que había conjeturas variadas. También he querido profundizar en quiénes eran aquellas personas, más allá de sus nombres.
-Lo primero que llama la atención es lo jóvenes que eran... Recordemos por qué subieron a Pikoketa.
-Eran jóvenes comprometidos políticamente, la mayoría de la Juventud Socialista Unificada. También había algunos carabineros de oficio, leales a la República, de entre 30 y 40 años y que también fueron fusilados. Los republicanos habían cortado el paso a los franquistas por Endarlaza, y éstos cambiaron la ruta. Acumularon tropas en Oiartzun, donde ya había más de 3.000 soldados, para atacar Irun por el monte. Desde Pikoketa y otros puntos de Peñas de Aia, se les hostigaba con disparos para tratar de frenarlos. Unos días antes del 11 de agosto, mi padre, que también estaba muy implicado en la defensa de Irun, se encontró con su hermano y otros jóvenes en El Pilar. Bernardo le dijo que iban a subir a Pikoketa y fue la última vez que le vio. Aquellos jóvenes no eran expertos en las artes de la guerra, así que les cogieron y los fusilaron.
-Ocurrió la madrugada del 11 de agosto, cuando una columna de requetés tomó el caserío Pikoketa.
-Y tal cual los cogieron, los fusilaron. Hubo conjeturas sobre cómo ocurrió exactamente. Como se explica en el libro, tras cogerles estuvieron unas horas prisioneros y el coronel Beorlegui los mandó fusilar. Un cura que iba con los requetés le instó a que le permitiera confesarles antes. Éste, en sus memorias, da cuenta de que «intenté conducir a Dios a aquellas dieciocho personas...». De ahí que el dato de que fueron dieciocho los fusilados sea fiable.
-Este hecho produjo un gran impacto en Irun, según recoge en su libro.
-Así es, principalmente porque había muchos jóvenes, entre ellos, dos chicas; estaban en la flor de la vida y eran conocidas en Irun. Además, eran los primeros momentos de la guerra y ésta no se había manifestado aún en toda su crudeza.
-¿Qué fue de los familiares de los asesinados?
-Al escribir el libro, me ha parecido interesante saber no sólo quiénes eran los de Pikoketa, sino cuál fue luego el destino de sus familias. Ahí hay también un reflejo a escala de lo que fue la tragedia de España: casi todos sus familiares tuvieron destinos parecidos a tantos de los derrotados, que tuvieron que exiliarse.
-No fue hasta 1978 cuando esos familiares pudieron recuperar los restos de los fusilados.
-Cuando parecía que finalmente iba a instalarse la democracia, los familiares, entre ellos mi familia, empezaron a mover el tema. Hablaron con los ayuntamientos de Irun y Oiartzun; se hizo una excavación y recuperaron algunos huesos y objetos.
En mi familia siempre se habló de este tema, pero no ha ocurrido así en todos los casos, había mucho dolor. Con este libro he querido contribuir a mantener la memoria, pero lo primero es conocer los hechos. Muchas veces se habla de la memoria histórica cuando falta el primer eslabón, que es saber lo que pasó.
-Otro tema que aborda en el libro es el de los extranjeros que vinieron a Irun a luchar por la República.
-El 'calzador' que he utilizado para introducir ese tema es que conocemos trece nombres, pero todo indica que fueron dieciocho los asesinados. En esos momentos, había en Irun ferroviarios madrileños, mineros asturianos que vinieron a ayudar a la República... Y también extranjeros que habían llegado con ese mismo objetivo: polacos, italianos, belgas y franceses. Los otros que estaban en Pikoketa, cuyos nombres desconocemos, podrían haber sido alguno de esos extranjeros.
-En cuanto al género, 'Flores de la República' está a medio camino entre el ensayo y la narrativa.
-La historia está contada no como una novela, pero casi. No quería que el lector asistiera a despliegue de datos; sino que he intentado que durante la lectura sienta que hace esa misma investigación que yo he realizado. El lector va entrando en ese proceso de investigación y, con ciertas dosis de intriga, descubre lo que pasó a través de entrevistas, visitas a archivos u otras fuentes.
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