Homenaje a los supervivientes de Gurs
José Julián Olamusu, Ricardo Arruti y Ramón Ruiz asistieron a la inauguración de la exposición organizada por AskatasunArte en el Museo Oiasso
- MARÍA JOSÉ ATIENZA
- IRUN
Una carretera, un bosque y un cementerio con más de mil lápidas es todo lo que queda del campo de Gurs, 70 años después de su cierre. Más de 60.000 personas, entre ellas cerca de 6.000 vascos y 363 iruneses habitaron los barracones de este campamento cercado con alambre de espino, al que llegaron como refugiados para convertirse en prisioneros. En 1945, el campo de Gurs cerró sus puertas, los barracones fueron quemados y sobre el terreno se plantaron árboles. Con el bosque, se pretendió sepultar la memoria y casi se consigue, porque pocos iruneses conocen la existencia de aquel campo, pese a estar situado a hora y media de la frontera.
AskatasunArte es una de las asociaciones que se ha encargado de dar a conocer lo que ocurrió en Gurs y lo ha hecho con el lenguaje del arte, a través de una exposición que puede verse en el Museo Oiasso hasta el día 28. La inauguración de la muestra, celebrada el viernes, fue la excusa para rendir un homenaje a tres supervivientes de aquel campo: el hondarribitarra, vecino de Irun José Julián Olamusu y los irundarras Ricardo Arruti y Ramón Ruiz.
Un aurresku con sonido de txalaparta y un grabado de Moreno Ruiz de Eguino como obsequio, precedieron a las palabras de reconocimiento que dedicaron los organizadores de la exposición y el alcalde de Irun a los supervivientes, en un homenaje muy emotivo que terminó con los aplausos de los asistentes y con una interesante conferencia de Josu Chueca, autor del libro 'Gurs, el campo vasco'.
«Todo el esfuerzo que hemos realizado ha merecido la pena para llegar hasta aquí y rendir este homenaje», dijo Alejandro Santos, de AskatasunArte. «Tras una visita que realizamos al campo de Gurs, chocamos con una historia semioculta para la mayoría de la sociedad, un drama incómodo y vergonzoso que los países protagonistas intentaron enterrar. Pero esta historia no se debe ni se puede callar. Setenta años después del cierre de este campo, esta historia nos demuestra qué caminos no deberíamos tomar nunca. A través del lenguaje del arte, nuestra intención es reconocer todas esas vidas rotas, familias separadas y destinos truncados que por un desgraciado azar convergieron en Gurs».
El alcalde, José Antonio Santano, insistió en la necesidad de «recuperar la memoria de la vida de personas como las que tenemos hoy aquí entre nosotros. Son personas discretas y humildes, que nunca quieren hablar de esto, pero es importante que las ciudades y los países mantengan viva la memoria de las cosas que son intolerables. Saber que a hora y media de Irun hubo un campo que se llamó de refugiados pero acabó siendo de concentración, nos hace a todos reflexionar. Hay que estar muy alerta y en la medida en la que cada uno pueda, aportar algo para esto no se vuelva a producir». El alcalde animó a José Julián Olamuso, Ricardo Arruti y Ramón Ruiz a dejar escrita su historia, «para que se lea y se recuerde».
Lucha diaria
Ramón Villalva, concejal de Oloron durante 31 años e hijo de republicanos vasco y asturiana, que se conocieron en el campo de Gurs, asistió, también, al homenaje. Desde la asociacion Tierra de Memoria y de lucha Ramón trabaja «para sacar del olvido lo que pasó hace 70 años. Gurs fue un campo de concentración por el que pasaron 60.000 personas y del que casi 4.000 judíos salieron en convoyes en dirección a los campos de la muerte. Día a día luchamos para que esto no vuelva a ocurrir».
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