«La pena es que no podamos estar en primera línea para ayudar más en esta lucha»
Cuatro voluntarios y activistas de los derechos de los mayores cuentan cómo contribuyen desde su confinamiento a superar la crisis del coronavirus
Pertenecen a una generación que se ha movido mucho. Se ha movido para buscar un futuro mejor, para sacar adelante a la familia y para acogerla bajo su techo cuando han venido mal dadas. Se ha movido por los hijos, por los nietos y por librar los mil y un combates que una larga vida pone por delante. Quién les iba a decir que, de golpe y porrazo, iban a tener que hacer frente a una batalla estando quietos. No tenían esa costumbre, pero están adaptándose de forma admirable al cambio de estrategia.
Hablamos con cuatro personas especialmente movidas en el voluntariado y el activismo relacionado con el bienestar y los derechos de los mayores. Confinados en sus domicilios, nos cuentan cómo están llevando su reclusión y descubrimos, como era de esperar, que dentro de la quietud no están parados. Siguen moviéndose con solidaridad, responsabilidad y esperanza.
Mucho teléfono
Hace 18 años que Juana Mari Erro es voluntaria de Nagusilan. Muchos la habrán visto colaborando en el Ttipi Ttapa, en la marcha regulada de Makila y en el baile de los fines de semana, entre otras actividades, o acompañando a mayores que están solos. «Nos han suspendido todo, porque nosotros estamos en el grupo de riesgo», dice. «Teníamos pendiente el reparto del Banco de Alimentos, pero ya se está haciendo de otra forma. Tampoco podemos visitar a nadie. Eso es lo peor, pero sabemos que los mayores que viven solos o que están en residencias y no tienen familia que les visite están atendidos. Es triste, nos acordamos de ellos, pero tenemos que estar a la espera en casa. Así es como más podemos ayudar. Lo que hacemos es hablar por teléfono y por whatsapp para darnos ánimos y ayudarnos en lo que podamos. El miedo es comprensible, pero hay que luchar y tener esperanza en que saldremos de ésta».
A título personal, Juana Mari se mantiene «muy activa en casa. Hacemos la bici estática, bailamos, jugamos a las cartas y salimos al balcón con música para poner a bailar al barrio y para agradecer el trabajo de los sanitarios».
Jóvenes solidarios
A Lucía Garbayo, expresidenta del Foro Ciudadano y miembro del Consejo del Mayor de Diputación, la crisis del coronavirus la ha pillado delicada de salud. «El voluntariado me ha dado la vida, aunque ahora no puedo dedicarme tanto porque me implico demasiado y estoy con las defensas bajas. Pero hay cosas que no voy a dejar, como el seguimiento de la Residecia de Arbes», asegura.
Lucía lleva la reclusión «con tranquilidad. No hay que cabrearse. A mis 82 tacos, ya no hay ansiedad de ninguna clase, aunque compredo que la gente esté asustada. Pero también es verdad que el miedo paraliza y es muy importante seguir luchando, ayudándonos como podamos. Yo estoy contenta porque vivo en una vecindad donde hay gente joven que se ha puesto a nuestra disposición. Sabemos que si necesitamos algo, están ahí y estamos muy agradecidos. La pena es que nosotros no podemos hacer más. Hay algo que me tranquiliza mucho y es que el programa para personas mayores que viven solas está funcionando bien».
Redes de ayuda
Fernando Arocena, una de las cabezas visibles del Movimiento de Pensionistas de Txingudi, se encuentra, también «siguiendo las instrucciones de las autoridades sanitarias. Aunque las movilizaciones están paralizadas, seguimos en contacto por teléfono y redes sociales», dice. «Ahora la batalla principal que hay que librar es la de la salud, colaborar para que esto acabe cuanto antes y agradecer al personal sanitario todo lo que está haciendo. A nosotros nos gustaría hacer algo más, pero no podemos. Tenemos que quedarnos en casa y establecer redes de solidaridad para ayudar en lo que podamos y darnos ánimos. Nos preocupa mucho lo que suceda después, el impacto económico que esto pueda tener. Esperamos que no se apliquen las recertas de 2008, que fueron un fracaso. Pero ahora, la prioridad es la sanitaria, salir de ésta».
María Jesús Garín, coordinadora en la comarca de la Asociación de Amigos y Familiares de Personas con Alzheimer de Gipuzkoa (Afagi) está cumpliendo, igualmente, con las instrucciones del confinamiento, «aunque todo el grupo comarcal de Afagi seguimos en contacto, coordinados y a disposición de la asociación para lo que necesite. Nos estamos acordando mucho de la gente que iba a los talleres y que ahora no puede porque tiene que quedarse en casa. Estamos en contacto con las familias para ver cómo están y si necesitan algo».
Tiempo de reflexión
A título personal, María Jesús acusa «la falta de libertad, que se hace dura. Cuesta salir sólo a por el pan o a la farmacia y ver la calle vacía o no tener que cuidar al nieto. Yo soy una persona metódica, organizada y muy lectora, pero en estas circunstancias me cuesta concentrarme. La parte positiva es que valoramos más las cosas que importan y que tenemos tiempo de reflexionar».
La coordinadora de Afagi quiere dar las gracias «a la gente de Osakidetza, que está en primera línea y a los farmacéuticos. La pena es que nosotros no podemos estar ayudando también en primera línea. Debemos quedarnos en casa, tener esperanza y mirarnos en China, que ya lo está superando».
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