Las ONG irunesas temen la expansión del virus en los países con los que trabajan
La fragilidad de los sistemas sanitarios en África y Latinoamérica y la precariedad del trabajo auguran un tremendo golpe si la pandemia se acelera
Cooperantes y misioneros tienen, permanentemente, el corazón dividido y la mirada enfocada en una doble dirección. Viven la crisis permanente de los pueblos con los que trabajan en proyectos para el desarrollo y las fluctuaciones económicas de su propio país, de las que dependen los recursos destinados a la cooperación. Sin embargo, nunca se habían imaginado como testigos de una epidemia sin fronteras, que pudiera castigar por igual al Norte y al Sur.
¿Por igual? Las cifras actuales de infectados por el coronavirus en África y en Latinoamérica indican que la enfermedad no se ha expandido, por ahora, como en los países asiáticos y europeos. Afortunadamente, porque sus frágiles sistemas sanitarios y los trabajos precarios de la población apenas resistirían el golpe.
Desde San Ignacio de Moxos, el fundador de la ONG Taupadak, Toño Puerta, nos comenta cómo se está viviendo en Bolivia la entrada del coronavirus. «Pese a que de momento se han detectado pocos casos (29), se han adoptado medidas preventivas que, en teoría, superan a las de España. Digo en teoría porque es difícil hacerlas cumplir.», explica. «La cuarentena total prohíbe toda circulación de vehículos y personas, incluso para acudir al trabajo, con las lógicas excepciones de salud y alimentación. Pero una gran parte de la población boliviana vive al día. Es lo bastante pobre como para poder asegurar que no comerá si ese día no trabaja, si ese día no hace unas cuantas carreras con su mototaxi o no vende unas cuantas empanadas o no trabaja en la obra».
Del dengue al coronavirus
En Bolivia, hay mucho más trabajo «informal que formal», añade Toño. «Aquí, si no trabajas, no hay ERTEs, no te vas al paro, no hay subsidio de desempleo. Te pagan por día o por semana o por quincena y no te van a pagar si no pones ladrillos. Por eso, las medidas de cuarentena total están provocando el desacato. El miedo al contagio masivo no ha cundido todavía y más vale que se instale cuanto antes, porque Bolivia no está preparada ni logística, ni organizativamente para combatir la pandemia. Tenemos una red hospitalaria muy deficiente, con muy pocos respiradores artificiales en todo el país. Recientemente, muchos hospitales colapsaron por el dengue, que ha provocado muchos muertos. Y no está erradicado, aunque ahora se habla menos de él porque el coronavirus lo ha desplazado en los noticieros».
El fundador de Taupadak había empezado a preparar la gira europea del Ensemble Moxos 2021, «pero tras la explosión del coronavirus hemos aparcado temporalmente el tema, porque ni en Francia, ni en España, ni en Alemania, ni en Italia están para pensar en conciertos. Cada cosa a su tiempo».
En el departamento del Beni, donde reside Toño Puerta, no se ha registrado, hasta la fecha, ningún positivo de coronavirus. Tampoco se han registrado muchos casos en Villarrica, la ciudad de Paraguay en la que Mari Cruz Andueza ha trabajado durante 35 años. Ahora, desde la residencia de las Misioneras de la Inmaculada Concepción, en Zaragoza, sigue a diario la evolución de aquella misión, a la que ha dedicado media vida. «En Paraguay no hay muchos casos hasta ahora (27 y dos fallecidos). Se han tomado medidas muy restrictivas. Hay un epidemiólogo, que es de Villarrica y que está haciendo las cosas bien. Pero creo que todavía no tienen el miedo suficiente».
Mari Cruz no quiere pensar «qué pasaría si el coronavirus se extiende como aquí. No sé cuántos respiradores artificiales habrá en todo el país. No creo que sean muchos. Los médicos y todo el personal sanitario están muy asustados».
La misionera baztandarra lleva casi dos semanas «sin salir de casa, haciendo mascarillas. Hasta que esto no dé la vuelta, tenemos que tener mucho cuidado. Quería haber ido a Irun, pero, lamentablemente, no voy a poder».
Calor y dispersión
Mari Cruz Andueza ha sido la contraparte de la ONG Behar Bidasoa en Paraguay durante toda su estancia en Villarrica. El presidente de esta ONG, Agustín Ugarte, ha seguido desde su casa del barrio de Santiago toda la evolución del coronavirus y especialmente su incidencia en Ruanda. Por sus problemas de movilidad, el confinamiento no ha sido para Agustín algo nuevo.«La última vez que salí a la calle fue hace dos meses», comenta. «Estoy acostumbrado a estar en casa».
Al país africano con el que más trabaja Behar Bidasoa también ha llegado la pandemia, aunque de momento en baja escala (una veintena de casos). «Quiero pensar que en las colinas, por la dispersión de la población, no va a afectar tanto», dice. «Si se expandiera como aquí, sería terrible. El sistema sanitario es débil y no sé cómo funcionará el confinamiento. Las casas son tan pequeñas que la vía de respiro es salir».
Carmen Lazcano, de la ONG Txingudi Vida, trabaja en proyectos para el desarrollo en Burkina Faso, país que contabiliza algo más de 70 positivos. «De momento, no hay muchos casos. Sólo tengo una esperanza. Están en temporada de calor, por encima de los 33- 35 grados. Si es verdad que las altas temperaturas hacen que el virus esté más inactivo, tendrán eso a su favor. Ójala el calor frene la enfermedad. De lo contrario, será muy duro. Las condiciones sanitarias y de higiene son muy precarias».
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