Una pasión en aumento
Unas 5.000 personas que realizan el camino de Santiago se han hospedado este año en el albergue de peregrinos de Irun
- IÑIGO VILLAMÍA | IRUN.
El camino de Santiago en su ruta norte por la costa va ganando adeptos. Aunque la mayoritaria sigue siendo la ruta francesa -con origen en Roncesvalles-, son cada vez más los peregrinos que caminan desde Irun hasta Santiago de Compostela junto al mar cantábrico. El punto de partida es el albergue de la ciudad fronteriza, ubicado en la calle Lucas de Berroa. Demetrio Grijalba, responsable del mismo y presidente de Jacobi, se refiere al crecimiento de visitantes. «El año pasado dimos hospedaje a 4.770 peregrinos; este año superaremos posiblemente los 5.000». El local, que cuenta con 26 camas, combina la austeridad con la limpieza. «Aquí les ofrecemos una buena cama para dormir, la posibilidad de tomar una ducha caliente y un desayuno para coger fuerzas para la etapa. Y todo ello gratis. Funcionamos a través de los donativos de los caminantes y del apoyo permanente del Ayuntamiento, siempre atento a nuestras necesidades», explica Grijalba.
Semana Santa y el mes de agosto son las fechas más habituales para recorrer el camino. Y en él se mezclan gentes de todas las edades, procedencias y condiciones. Predominan los varones, pero cada vez se animan más mujeres. Prueba de ello es la presencia de Natalia Rama, una mujer de Vigo que iniciaba el miércoles su ruta. «Estoy muy ilusionada. Todo fue un arranque. Me tenía que decidir y, como buena gallega, creía que era mejor ocupar el verano haciendo el camino que quedarme demasiado relajada en mi tierra».
Las edades de los peregrinos también cambian. «Hasta finales de julio abundan personas de edad avanzada, entre 60 y 70 años. Pero en agosto la cosa cambia y se acerca ya mucha más gente joven», explica el presidente de Jacobi. Un ejemplo de esto es la presencia de un grupo de jóvenes vizcaínos de 19-20 años. «Apenas teníamos dinero para el verano y hemos decidido hacer las primeras etapas del camino. Nuestra intención es ir desde Irun hasta nuestra casa en Basauri», explica el joven Unai Arroita.
Horarios estrictos
El sistema de funcionamiento del albergue es necesariamente ordenado. «A las 22.30 horas, se apagan las luces y todo el mundo debe estar en la cama. Y para las 8.00 del día siguiente, han debido abandonar ya el albergue», cuentan María José Barroso y Pepe Córdoba, hospitaleros del local. Éstos son voluntarios que ofrecen sus días libres para cuidar de los demás. «Nos encargamos de registrar a todos los peregrinos, de la limpieza, las camas, la preparación de los desayunos y el apoyo a los que realizan el camino». Córdoba también ha sido peregrino. «El año pasado hice el camino francés desde Saint Jean Pied de Port hasta Burgos y me emocionó la solidaridad de los voluntarios que nos ayudaban en las posadas. Por eso decidí hacerme hospitalero y aquí estoy».
La mayoría de los peregrinos proceden de Madrid y Cataluña, pero también hay muchos franceses, alemanes e italianos. Y de lugares tan remotos como Japón, Corea, Canadá o una australiana que se albergó esta semana procedente de Camboya. Esto hace que el nombre de Irun sea referencia obligada como origen del camino en muchos países del mundo.
Las etapas a pie suelen constar de veinticinco o treinta kilómetros diarios. Es lo que pretende caminar Paul-Eric, un francés de 47 años de origen bretón. «Quiero hacer el camino en cinco semanas. Vengo del finis terrae francés, que es la Bretaña, y pretendo llegar al Finisterre español. He elegido la ruta costera porque encuentro en el mar un camino de espiritualidad». Éste es, según Grijalba, uno de los motivos para emprender el camino. «Las causas son muy variadas, aunque la religiosa no es la fundamental. Mucha gente lo hace como reto deportivo, otros por razones esotéricas, buscando a Dios en la naturaleza; los hay que cumplen alguna promesa, los que buscan el calor humano e incluso presos que redimen sus penas con esta experiencia».
Como dice el poema del siglo XIII que se recoge en la credencial del peregrino, «la puerta se abre a todos, enfermos y sanos. No solo a católicos, sino a paganos, a judíos, herejes, ociosos y vanos; y más brevemente, a buenos y profanos».
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