De señores y vasallos a la orilla del Bidasoa
La historiadora perfiló cómo era aquella aldea de la que apenas consta documentación anterior al siglo XV
La conferencia de Ana Galdós desveló detalles del desconocido Irun medieval
- IÑIGO MORONDO
- IRUN
La tercera conferencia del ciclo sobre la historia de Irun que se ha organizado con motivo de los 250 años desde que la ciudad alcanzó plena independencia, profundizó en la época medieval. María José Noain, responsable de Actividades del Museo Oiasso, dio la bienvenida a Galdós con una bonita introducción en la que reconoció sus méritos como investigadora y como escritora de relatos de ficción. La escasez de documentación en la primera parte de la Edad Media y la dificultad para leer e interpretar correctamente la existente ha hecho muy difícil conocer la Gipuzkoa medieval pese a lo que Galdós «ha conseguido construir un relato de aquella época», subrayó Noain.
En la sala multiusos del Museo Oiasso, que se quedó pequeña para el centenar largo que acudió a escuchar a la historiadora, Galdós mostró los frutos de diversas investigaciones en lo que se refiere a esta época.
Los minutos volaron mientras el discurso de Ana Galdós mostraba los escasos trazos de aquel Irun medieval que al final de la conferencia se había empezado a presentar ya con cierta nitidez. La Edad Media comprende del siglo V al XV y, sobre todo al principio de la misma, sigue habiendo épocas oscuras en las que es desconocido lo que ocurría a orillas del Bidasoa, pero tal como indicó la historiadora, indicios de que algo había sí que existen.
La Carta Puebla de Hondarribia ya recoge Irun como lugar habitado en 1203 pero Galdós apuntó una realidad muy anterior sostenida en varias pistas. «La excavación de la ermita de Santa Elena mostró restos de una iglesia cristiana del siglo X», lo que significa una ocupación anterior, «porque las iglesias se construían entonces para fiscalizar zonas en las que ya había población, cultivos, casas...» Los propios irundarras reivindicaban en un documento del siglo XVI que su población existía antes que Hondarribia. «Ellos lo creían así, pero no sabemos qué es lo que existía ni cómo se llamaba».
La proliferación de documentos en siglos posteriores permite detallar más aquella aldea que, en muchas cuestiones, se encontraba bajo control hondarribiarra. Galdós pintó una ciudad con una parte urbana y una rural. La primera, con casas de piedra o madera y cubiertas de teja («había una tejería en Irun») tenía como eje el cruce de los caminos a Oiartzun, a Hondarribia y hacia el vado del Bidasoa. Su vida giraba en torno a la plaza de la iglesia de Santa María (hoy del Juncal), que era cementerio, escenario político y sede de una feria anual que atraía población aquitana y guipuzcoana.
La parte rural estaba más diseminada, con casas familiares que además de los recursos (cultivos y bosques), poseían «las infraestructuras: nasas en el río para la pesca del salmón, molinos y ferrerías». Toda esa riqueza estaba por tanto en manos de los señores, que la acumulaban «por herencia, por compra o como regalo por apoyar en sus guerras a los reyes, ya fueran navarros o castellanos». Su poder ponía en jaque a las administraciones. Un documento de 1299 recoje el acuerdo de paz entre el concejo de Hondarribia y el señor de Lastaola cuyos mercenarios a sueldo asaltaban los caminos perjudicando el comercio de la ciudad vecina. Aquel acuerdo citaba los 'parientes' de Lastaola, es decir, otros señores que acudirían en su ayuda. En el listado aparecían apellidos que se repetirán durante siglos en documentos relacionados con la ciudad.
Entre señores y soldados, labriegos y pescadores, además de comerciantes, zapateros, sastres... ¿Cuánta población había en Irun? En el Archivo Municipal, un documento de 1521, aproxima una cifra «bastante exacta y, dado que aquella época la población no crecía rápido», sirve de referencia para siglos anteriores. «En guerra, con Hondarribia asediada, los irundarras acudieron a San Sebastián a por trigo y, en 15 folios, se detalla quiénes fueron y para quién era el trigo que llevaron» de lo que resulta una suma de 2.048 habitantes «a los que habría que sumar 400 hombres de armas que habían sido llamados a la guerra».
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