Día de opillas, día para compartir
Aunque el tiempo no acompañó del todo, miles de irundarras y hondarribiarras, especialmente los más pequeños, disfrutaron ayer de la fiesta de San Marcos.
REPORTAJE Y FOTOGRAFÍA DE XABIER SAGARZAZU - Martes, 26 de Abril de 2016 - Actualizado a las 06:11h
Un grupo de niños cumplió con la tradición en el interior de la parroquia de la Asunción y el Manzano de Hondarribia (Xabier Sagarzazu)
El día amaneció con el cielo encapotado y amenazando lluvia. Y la temperatura era fresca. Pero eso no hizo desistir ayer a miles de irundarras y hondarribiarras de celebrar el día de San Marcos, la fiesta en la que las madrinas obsequian a sus ahijados la tradicional y dulce opilla, de bizcocho decorado con yemas y huevos, coronado por un pollito amarillo.
No es un festivo oficial en ninguna de las dos ciudades, por lo que los grandes protagonistas del día, los niños (aunque la opilla se regala hasta el día que el ahijado se casa y son muchos los adultos que siguen recibiendo este obsequio cada año), iban acompañados por muchos abuelos para acudir a las bendiciones que se llevaron a cabo en un total de doce parroquias de Irun y Hondarribia.
El acto de bendición más multitudinario suele ser, junto con el de la parroquia de la Asunción y el Manzano de Hondarribia, el de la parroquia del Juncal. Allí, en la plazoleta frente a la iglesia, cientos de personas participaron en la bendición que ofició Fernando Jiménez.
FIESTA NO OFICIAL Entre el público presente en la plazoleta del Juncal había muchísimos niños, muchos abuelos y abuelas que además de ejercer de madrinas, cuidaban de los niños en una jornada en la que la mayoría de padres no pueden dejar de ir a trabajar. El día de San Marcos no hay colegio, pero no es un festivo oficial.
Para Óscar Burguete, de 38 años de edad, la de ayer fue “la primera vez” que podía ir a bendecir la opilla en el Juncal con Nicolás y Noa, sus hijos de cinco y dos años de edad. “Hoy no me ha tocado ir a trabajar y la verdad es que me hacía ilusión poder venir con ellos; hacía años que no venía a bendecir la opilla”, decía este padre irundarra.
En el caso de sus dos pequeños, “la madrina vive en Salamanca pero nunca les falta la opilla por San Marcos. La verdad es que es una tradición muy bonita y tengo muchos recuerdos de mi infancia y de mi adolescencia, cuando después de bendecir la opilla en la parroquia del barrio, en San José Obrero de Larreaundi, íbamos a comerla en familia o con los amigos”, señalaba Óscar Burguete.
Por su parte, Juana Sasiain, de 66 años, acompañaba ayer en el Juncal a su nieta y ahijada, June Díez, de once años de edad. “Para mí el de San Marcos es un día entrañable, muy alegre y que trae muchos recuerdos. Es una tradición que hemos vivido toda la vida y es bonito ver que sigue manteniéndose con fuerza, porque tenemos que transmitírsela a las nuevas generaciones”, destacaba esta madrina.
SÍMBOLO DE AMOR El párroco del Juncal, Fernando Jiménez, recordó a los asistentes que “la opilla es un regalo de la madrina como símbolo del amor hacia el ahijado” y les dijo que no deben olvidar que “se trata de un regalo hecho para compartir con la familia y los amigos, en unos tiempos, los de la sociedad actual, en los que no abunda este gesto, que le da profundidad y sentido a nuestras vidas”.
“Disfrutad del día con vuestra madrina, con vuestros padres y con vuestros amigos, disfrutadlo compartiendo la opilla, que es lo más bonito”, les dijo a los presentes, para concluir, el sacerdote, sin olvidarse de pedirles que allí donde fueran a comerla, no se olvidarán “de recogerlo después todo y mantener limpio el entorno natural, que es también un regalo de Dios”.
Y es que después de la bendición, la costumbre es ir a comer la opilla de San Marcos en familia, sobre todo los más pequeños, o en cuadrilla con los amigos, como hacen muchos adolescentes y jóvenes. Así ocurrió, un año más, en Guadalupe o la zona de la playa, en Hondarribia, y en San Marcial e Ibarla, en Irun, que son los lugares más frecuentados
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