Una relación entre vecinos en la que cualquier tiempo pasado fue peor
Los desencuentros medievales entre Irun y Hondarribia fueron el objeto de la cuarta charla por el 250 aniversario, a cargo de Susana Truchuelo
- IÑIGO MORONDO
- IRUN
Bien avenidas y hermanadas, compartiendo Mancomunidad de Servicios, Consorcio Transfronterizo y reivindicaciones ante terceras instituciones. Parejas que se forman entre ciudadanos de una y otra, irundarras que sienten el verde de la Ama Guadalupekoa y hondarribitarras que cruzan Amute cada día por motivos de ocio o laborales. Es el panorama actual en dos ciudades que comparten un pasado común muy alejado de la sintonía actual.
La historiadora Susana Truchuelo, profesora e investigadora de la Universidad de Cantabria, es uno de los referentes en la historiografía vasca de los últimos años. Ella pronunció esta semana la cuarta conferencia del ciclo correspondiente al 250 aniversario del Irun autónomo y dibujó con precisión la tensa relación que mantuvo la villa amurallada con su cercana aldea dependiente. Siglos de discusiones, discrepancias, pleitos e incluso actos violentos que también corresponde entender en su contexto. «Los pasos hacia la autonomía que buscaba dar Irun eran cosa de sus élites», aclaraba Truchuelo. «No conviene mitificarlo, porque al pueblo llano le daba igual estar bajo control de los dirigentes de Hondarribia que de los dirigentes de Irun».
Son por tanto los poderosos de ambos lugares los protagonistas de la historia de esos desencuentros que se fueron intensificando a medida que la era medieval avanzaba. Actores principales sí, pero no únicos, puesto que los reyes castellanos, los delegados militares, las Juntas Generales de Gipuzkoa, las otras villas mayores del territorio (Tolosa, Segura y Ordizia) así como el resto de aldeas y villas guipuzcoanas también jugaron su papel.
Las tensiones seculares entre Irun y Hondarribia no se producían por un único motivo ni siempre en el mismo contexto. Truchuelo invirtió buena parte de su ponencia en explicar con viveza y detalle los conflictos políticos y judiciales, los problemas militares, los desacuerdos económico-impositivos y tantos otros puntos de fricción, más o menos exacerbados según en qué época. «Lo mismo que ocurría entre Irun y Hondarribia, ocurría entre Tolosa, Ordizia y Segura y sus respectivas aldeas», advertía Truchuelo.
Exención vetada para Irun
La situación de Irun, sin embargo, está llena de excepcionalidades. Su ubicación estratégica la convertía en un caso fuera de la norma que permitió a su clase alta alcanzar hitos de autogobierno y autogestión de los que carecían otras aldeas. Pero esa misma característica le vetó la exención de jurisdicción que a lo largo del siglo XVII otras aldeas guipuzcoanas fueron comprando (literalmente) a la Corona. Desde que Legazpi lo lograra en 1607, durante todo ese siglo insistió Irun en su independencia. En su esfuerzo permanente planteó incluso una unión que Hondarribia rechazó y que exige dedicar al menos un par de líneas a plantear la reflexión de cómo serían hoy las cosas de haberse producido. La villa amurallada y Donostia no tuvieron problema en apoyar las causas de otras aldeas guipuzcoanas, pero hacían frente común para defender el estatu quo de Pasajes (puerto estratégico dependiente de la villa de San Sebastián) e Irun (que Hondarribia quería mantener por su valor comercial y el paso fronterizo).
«La Alcaldía de Sacas era la joya de la provincia», subrayó la historiadora. Se trataba del cargo que vigilaba y organizaba el paso de mercancías en los límites del reino. «Guerras continuas con Francia, Holanda, Inglaterra... llevaron a una gran restricción de los productos que podían cruzar la frontera por el paso de Behobia». Esto suponía, por un lado, una ingente cantidad de ingresos legales por la vía impositiva. Más aún si cabe en transacciones fuera de la ley. Gipuzkoa logró que Castilla le permitiera nombrar al alcalde de Sacas en Irun con un turno rotatorio en el que participaban todas las villas. Éste fue un punto de fricción fundamental entre las Juntas Generales de Gipuzkoa y, no Irun, sino Hondarribia. Con ese telón de fondo, tras el asedio francés fracasado que sufrió la villa en 1638, las posiciones se enconaron hasta el punto de que Hondarribia acabó por abandonar Gipuzkoa (1651) y mirar hacia el Reino de Navarra con intención de irse allí llevándose a Irun. La tentativa no tuvo éxito y regresó a la provincia, bajo mando de Castilla.
Pese a su insistencia, a la universidad Irun-Uranzu le llevó siglo y medio más, hasta 1766, ganar la plena autoridad que otros guipuzcoanos consiguieron en el siglo XVII.
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