Hortelanos de nuevo cuño
Los usuarios de las primeras huertas urbanas recogen sus frutos y hacen balance.
Son 79 personas y 3 asociaciones quienes disfrutan ahora de estas parcelas, aunque en breve se sumarán 135 agricultores más
- ANA VOZMEDIANO
- SAN SEBASTIÁN
Ya ha comenzado el plazo de inscripción para optar a una segunda hornada de huertas urbanas, a una de estas parcelas de 49 metros cuadrados en los que sembrar productos de la tierra, cuidarlos desde un punto de vista ecológico y regarlos con el agua de lluvia que se almacena en los aljibes. Esta vez serán 135 las huertas las que se sortearán, tanto entre quienes ya figuran en lista de espera como entre quienes se apunten por primera vez. Los afortunados se unirán a un colectivo que ahora disfruta de los productos que han conseguido tras meses de trabajo y de aprender cómo evitar plagas sin utilizar pesticidas.
Dos amigas, Edurne y Raquel, leyeron que iba a ponerse en marcha la iniciativa en este mismo periódico. No lo dudaron. Se inscribieron y hubo suerte. Comparten ahora los cuidados de una de estas parcelas situadas muy cerca de Garbera, con acceso desde el camino de Lau Haizeta. Esta semana ha estado anegada de agua, pero todavía esperan mucho de ella.
Y eso que ya han recogido puerros, pimientos, guindillas, lechugas, unas escarolas «estupendas» y vainas, sobre todo muchas vainas. La madre de Edurne está encantada. «Sus amigas me preguntan a ver si esto de la huerta funciona. Tendrías que ver la cara de satisfacción de la ama». No ha habido tanta suerte con los tomates, «todo el mundo dice que ha sido mal año», ni tampoco con las berzas y las coliflores.
«Yo soy de campo», explica Raquel, navarra de Olejua, «pero nunca me había dedicado a la huerta. Cuando se lo conté a mis hermanos no se lo podían creer y luego me han tomado mucho el pelo».
Un caso similar le ocurrió a Luis Egidazu, ahora hortelano dedicado y presidente de la asociación que agrupa a todos estos cultivadores que hacen del mimo y la dedicación los ejes de su tarea. Este jubilado entusiasta nació en un caserío, con una huerta en la zona trasera y, sin embargo, nunca cogió una azada. Comenzó a interesarse, se apuntó y aceptó incluso ser presidente «para que las cosas se aceleraran, porque desde que empezamos con el proceso hasta que llegamos aquí pasó demasiado tiempo».
«Soy yo el que está al pie del cañón, aunque uno de mis hijos me ha ayudado estos días con los guisantes y las habas para poder poner el entramado y que vayan hacia arriba». En su huerta han crecido pimientos, guindillas, acelgas, puerros, calabacines, pero tiene claro qué es lo que mejor se le ha dado. «Para mí, sobre todo, la experiencia que todo esto supone. Que plantes unas semillas en la tierra y veas cómo crece, cómo los comes después, cómo lo disfrutas con la familia, es algo gratificante. En casa todo el mundo está encantado».
Estos tres nuevos hortelanos lo tienen claro: «Te tiene que gustar la tierra, disfrutar con ella. Y aunque no le hayas dedicado nunca tiempo, sabes que te gusta» coinciden los tres. «Tampoco hay que agobiarse», indica Luis, que tiene a uno de sus vecinos de huerta, a Antonio, como vicepresidente de la asociación. «Poco a poco nos vamos conociendo todos», explican.
Labor social
Hortelanos encantados, familias y amigos también. «La gente me pregunta por la huerta como si fuera un niño», dice Edurne. Pero estas parcelas también cumplen la función de integración social de determinados colectivos, que tienen cedidos espacios para realizar su labor.
Concha Clavero es la responsable de Erroak, que forma parte del programa Sartu que atiende a personas con problemas sociales. El colectivo dispone de dos parcelas y hay una más para la Fundación Goienetxe de discapacitados.
Son los últimos que han llegado a los terrenos, lo han hecho a través del departamento de Acción Social del Ayuntamiento y ya tienen sus plantaciones. De zanahorias, por ejemplo. Cada grupo, atendido por una educadora, cuenta con 10 o 15 personas que, según explica Concha Clavero, tienen en muchos casos su primer contacto con la tierra y con la huerta.
Estos hortelanos de nuevo cuño tienen tres años para disfrutar de estas parcelas, que luego rotarán para que la ciudadanía pueda disfrutar de esta alternativa de ocio y de conocimiento de la naturaleza. Los actuales usuarios, de momento, han decorado la caseta por dentro, procuran que esté lo más recogida posible y regaderas, azadas y carretillas, todas ellas cedidas por el Ayuntamiento, tienen sus espacios para que no estén desperdigadas. «Solo nos falta una salita de té», bromea Raquel, encantada al descubrir que alguien ha colocado en este espacio común un botiquín.
Pronto tendrán vecinos en estos terrnos junto al caserío Marrus que son propiedad municipal. Lo anunciaba el concejal de Medio Ambiente, Axier Jaka. «El proyecto de huertas públicas ha tenido muy buena acogida entre la ciudadanía. Hay que recordar que en la primera convocatoria recibimos más de mil solicitudes. Actualmente son 88 las huertas que se están utilizando y tras esta segunda fase serán un total de 223 las huertas que estarán a disposición de la ciudadanía, cantidad a la que habrá que sumar otras 127 en una convocatoria posterior».
De momento, los interesados en probar la experiencia de estas huertas públicas tienen de plazo hasta el 28 de este mes. Se comprobará que se cumplen condiciones y, en febrero se realiza el segundo sorteo. Los nuevos interesados -los de la lista de espera pasan a engrosar las peticiones de forma automática- podrán cursar su solicitud en las oficinas de Udalinfo, en el Departamento de Medio Ambiente (calle Duque de Mandas, 66) o por internet en la web www.donostia.org. Como requisitos se exige mayoría de edad, estar empadronado en la ciudad durante al menos un año y no poseer terreno ni en propiedad ni en usufructo. Tampoco se permite que se presente más de una persona por cada domicilio.
Las 135 huertas se acondicionarán este otoño-invierno junto a las otras 88 ya en funcionamiento. Las nuevas parcelas se distribuirán de la siguiente manera: 30 se destinarán a personas de entre 18 y 30 años; 43 para vecinos entre 31 y 60 años; y 54 para mayores de esta edad. Además se reservarán tres huertas para personas con minusvalía, dos para colegios y tres para asociaciones del ámbito social. Si no hay suerte, habrá que esperar a la tercera fase o a que los actuales hortelanos acaben su ciclo como agricultores urbanos.
Axier Jaka recordó que no se trata solo de ocio y que se quiere fomentar usos agrícolas ecológicos del suelo y del agua, la conservación de especies autóctonas, y la formación y concienciación medioambiental mediante buenas prácticas sostenibles: «La ciudadanía, a través de este proyecto, dispone de una parcela sin salir de la ciudad, y tiene la ocasión de conocer los ciclos naturales, así como de preservar el entorno natural, teniendo en cuenta el modelo de gestión. Este proyecto está destinado al autoconsumo, pero también se incentivan las relaciones sociales, como demuestra el buen ambiente que hay entre la gente que acude hasta aquí».
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