Mujeres migrantes como libros abiertos
Vecinas de Irun procedentes de distintos países comparten sus vivencias en la 'Biblioteca humana'. Omla (Sáhara), Anna (Moldavia) y Teresa (Honduras) dieron a conocer en el CBA su experiencia migratoria y su proceso de integración
El próximo miércoles, 18 de diciembre, se conmemora el Día Internacional de la Persona Migrante. En torno a esta fecha, la Diputación Foral de Gipuzkoa y el Ayuntamiento de Irun han colaborado en la organización de un programa de actividades, que el pasado jueves tuvo en el CBA, una de sus principales citas: la 'Biblioteca humana'. Los asistentes pudieron acceder, de primera mano, al testimonio de tres mujeres migrantes: Omla (Sáhara), Teresa (Honduras) y Anna (Moldavia), a las que escucharon y plantearon dudas y preguntas.
Fomentar el diálogo y las relaciones interculturales y acercar, sin intermediarios, la experiencia migratoria y el proceso de integración era el objetivo de la 'Biblioteca humana', que en el caso del CBA, se alcanzó con nota alta. La asistencia de ciudadanos interesados en conocer estas experiencias fue numerosa y la capacidad de las protagonistas para transmitir sus vivencias, admirable, a pesar de que una de ellas acaba de empezar a familiarizarse con el idioma. Todos los participantes, distribuidos en grupos, fueron conversando por turnos con cada una de las tres mujeres.
Anna llegó a Irun el pasado mes de agosto. Su marido llevaba dos años trabajando aquí y aunque ella tenía empleo en Moldavia, decidió venir para que sus hijos estén también junto a su padre. Lo primero que hizo Anna con cada grupo de asistentes fue mostrarles un mapa para que situaran su país . «Es muy pequeño. Está en Europa, entre Rumania y Ucrania, pero no es de la Unión Europea. La población es de 4 millones de habitantes, pero ahora hay mucha migración».
Cuando llegó a Irun, Anna sólo sabía decir «gracias, agur, hola, kaixo y adiós». Cuatro meses después, se hace entender bastante bien sin ayuda, aunque la para la 'Biblioteca humana' contó con la asistencia de una traductora.
Anna, por la seguridad
La experiencia migratoria «es muy difícil», asegura Anna. «Es como empezar la vida de nuevo. Ahora no tengo amigos aquí. Pero me gusta el país. La gente tiene un corazón grande. Soy sincera. Aquí la vida es buena. Hay seguridad. Es un país ideal para crecer los niños. Creo que aquí mis niños tienen un futuro seguro. Para ellos también ha sido difícil, porque no hablan bien todavía en castellano, ni en euskera. Vienen cansados de la escuela, física y psicológicamente, pero ellos aprenden rápido y hacen amigos rápido...»
«Estoy lista para responder dudas», dice Anna. Alguien pregunta por qué dejó Moldavia y si echa de menos su país. «Echo de menos a las personas que quiero, pero no Moldavia. Vine porque estoy enfadada con mi país, con el sistema. Creo que si no te gusta cómo está el país donde has nacido, puedes cambiar. En Moldavia es muy difícil vivir. La vida es muy cara. Los precios son como aquí, pero el salario medio es como 200 euros. Hay una enorme corrupción. Hay que pagar el médico, la escuela... Si eres buena profesional, pero tus padres no tienen dinero o no tienes relaciones importantes, encontrar trabajo es muy difícil».
Anna es ingeniera. Trabajaba como jefa de logística en una de las principales empresas procesadoras carnitas de su país. «Pero mis estudios, que son especializados en la industria de la carne, no tienen homologación aquí. No hay un título igual». De cara a su futuro laboral, el primer paso será reunir la documentación necesaria para homologar su Bachillerato. Hasta dentro de tres años, no podrá disponer de un permiso de trabajo, ni recibir un sueldo de manera legal.
Omla, por la identidad
La percepción de Omla sobre el proceso de integración es más dura. «Yo creo que el migrante, por más que intente relacionarse e integrarse, siempre va a tener miedo de ser rechazado. Si mi hijo comete un error, siempre temes que digan que lo ha hecho porque es el hijo de la inmigrante. Mis hijos nacieron aquí, pero no les van a mirar como españoles puros. Oyes que el inmigrante es el ladrón, el violador, el que hace las cosas malas. Todos somos migrantes. Los vascos emigraron a América y al País Vasco vinieron andaluces, gallegos, extremeños...»
Omla se licenció en Economía en Cuba, país en el que residió durante 15 años. Al terminar la carrera, regresó al campo de refugiados donde vive su familia. «Tenía 25 años, trabajé allí durante año y medio, no de lo mío, porque allí no hay empresas, ni fábricas. Llegué con una ideología diferente y me resultó difícil quedarme».
En 2002, Omla decidió venir a España, primero a Valencia y diez años después, a Irun. «No tengo problema con el idioma y tampoco tuve problema con los papeles, porque España colonizó mi país y mis padres eran españoles. Tuve los papeles en regla a los pocos meses y en cuanto los tuve, empecé a trabajar».
En Irun, Omla se está integrando «bastante bien». Cree que integrarse en la sociedad «no es convertirse al 100%, porque tú vas a llevar tu ideología, tus costumbres, tus tradiciones y tu cultura. Integrarse es formar parte de una sociedad, tratar a la gente con educación, consideración y respeto, sea cristiana, judía, atea o musulmana. Yo soy española, pero no voy a dejar de ser árabe. Yo participo en la Nochebuena y en los Reyes Magos, pero puedo seguir siendo musulmana toda la vida. Yo respeto a la gente y quiero que la gente me mire con respeto, que no piense ahí va la musulmana con su pañuelo. Quiero que se mire con respeto a las latinas, a los indios, a los subsaharianos, que son los que más rechazo sufren. Es un proceso largo, pero si llegamos a ayudarnos y hacemos más espacios como estos para hablar, habrá más integración».
Teresa, en la duda
Teresa llegó el pasado mes de marzo desde Tegucigalpa, la capital hondureña, para pasar unos días de vacaciones con su familia y regresar después a casa. «Cuando llegué acá surgió una situación familiar complicada y decidí quedarme para ayudar. Afortunadamente, estoy en situación regular, porque mi familia es española. Me ha costado quedarme. Allá tenía un buen trabajo y me habían ofrecido un ascenso. Siento que Irun es un lugar transitorio. Por el momento, no me veo viviendo aquí de manera permanente, pero ahora estoy en el proceso de decidir. Estudié Psicología y en mi caso, no me resultaría difícil homologar el título».
Se quede o no, finalmente, Teresa defiende «el valor de los migrantes, porque enriquecemos al país de destino en diversidad cultural y de mano de obra. Tenemos valor porque hay que ser muy valiente para dejar el país de origen y llegar a otro país, en el que vas tener un choque cultural y en el que, querámoslo o no, existen el racismo y los prejuicios».
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