«Viajar a Irán vale la pena, aunque haya que ponerse el chador»
Lupe Fernández de Casadevante contó en Argoiak su recorrido por el país de Oriente Medio y sus vivencias con el pueblo persa
Se nota que se ha ganado la vida dando clases durante 35 años. En solo dos horas de entretenido relato ilustrado con imágenes, fue capaz de repasar la historia, el arte, la política y la vida actual de un país tan presente en los medios de comunicación como desconocido: Irán. Un país al que ella prefiere seguir llamando Persia, «porque me suena mucho más romántico», dice.
Lupe Fernández de Casadevante, irunesa, viajera apasionada y autora de ocho libros de viajes, ha visitado, hasta la fecha, 60 países y «han sido Etiopía y Persia los que más me han impresionado», asegura. El pasado miércoles, en el local de Argoiak, las asistentes a la charla-documental 'Irán. No sin mi velito', viajaron con esta profesora y guía de lujo a ciudades como Teherán, Kashan, Qom, Isfahan, Yadz, Shiraz y Persépolis. Conocieron su historia, sus maravillosas mezquitas, sus plazas y jardines, sus impresionantes restos arqueológicos y también, las invasiones de árabes, turcos y mongoles, las diferentes dinastías gobernantes, las cicatrices de la guerra Irán-Iraq y la vida actual bajo la república islámica.
«Irán es un país al que va muy poca gente y, sin embargo, es un viaje que yo recomiendo muchísimo», dice Lupe. «Los iraníes tienen fama de terroristas, una fama espantosa, pero casi nada de eso es verdad. El pueblo persa es un pueblo maravilloso, agradabilísimo, educado. Es un pueblo muy culto y además, la gente es muy guapa».
En cada viaje, esta profesora jubilada va tomando sus apuntes. Algunos de ellos se han transformado en libros, como es el caso de 'Irán. No sin mi velito'. «El título tiene una conexión con el best seller y la película 'No sin mi hija', que se desarrollan en Irán. Pero, sobre todo, lo que me interesaba era transmitir el deseo de libertad que el pueblo persa expresa a raudales. Hay una gran diferencia entre la cúpula oficial y el resto del pueblo. Esas mujeres de negro, a las que no permiten que se les vea ni un pelo, no dan ningún miedo. Son gente muy amable, que está deseando hablar».
El farsi, idioma de los iraníes, ha sobrevivido a todas las invasiones y ha mantenido la esencia «de un país enorme, de 80 millones de habitantes concentrados en grandes ciudades, porque el resto es un desierto de piedra». Teherán, «una ciudad blanca y extensísima, que va bajando desde el monte hasta el desierto»; Qom, la ciudad religiosa por excelencia «llena de ayatolás y mulás», Yadz, «la ciudad de Zoroastro» o Persépolis, la capital del imperio en la época aqueménida, destacan por su riqueza histórica y arquitectónica.
«Bien atado»
El viaje de una ciudad a otra «hay que hacerlo bajo vigilancia. No es que tengas un guardián de la revolución detrás, pero un turista no puede alquilar un coche y viajar por su cuenta. Si quieres moverte por el país, tienes que ir en autobús o con una agencia iraní, de forma que estás controlado», explica.
A lo largo del viaje, Lupe Fernández de Casadevante entró en contacto con relativa facilidad con iraníes de a pie «porque están deseando hablar con los turistas y hay muchos que dominan el inglés. Te preguntan a ver qué te parece su país y les dices que es maravilloso, que vale la pena visitarlo aunque haya que ponerse el chador. Pero te das cuenta de que no hay ninguna esperanza de cambio político. El poder está bien atado, aunque sí hay pequeños cambios. La mujer iraní cada vez se va dejando caer un poco más el velo. Usa sus trucos como la gafa, el moñito, que se me vea un poco el tobillo, que me subo un poco la manga... y los guardianes de la revolución van abriendo un poco la mano. Es muy curioso, porque cuando nos subimos al avión, en Estambul, las iraníes iban esplendorosas, hechas unas modelos y al tocar suelo iraní se pusieron todas el velo. Todas te dicen que no les importa cubrirse, que ya se han acostumbrado, pero les importa lo que supone. Supone la falta de libertad, que está muy viva en el pueblo iraní, sobre todo entre los jóvenes. Los jóvenes están al tanto de todo. Tienen sus trucos para entrar en Internet, en Facebook... Y estudian, estudian mucho. La mayoría estudia inglés y traducción e interpretación, porque es la manera más fácil de salir del país».
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