180 alumnos estrenan colegio en Ventas
- IÑIGO MORONDO
Es el tercer centro escolar que estrena la ciudad desde que en abril de 2012 abriera sus puertas el colegio Eguzkitza en el barrio de Larreaundi. El año pasado, Toki Alai inauguraba su nuevo edificio de Infantil en Palmera-Montero y el de Elatzeta lo han estrenado esta semana alumnos de entre 2 y 5 años. Más de 180 estudiantes irundarras que desde el martes dan contenido a lo que Toño Sarasa, que lleva en Elatzeta casi 20 años y lo dirige desde hace tres, no duda en calificar como un «nuevo espacio espléndido, muy adecuado».
En realidad, la pasada Semana Santa la obra, realizada por el Gobierno Vasco, ya estaba terminada, pero los responsables de la comunidad escolar del barrio de Ventas tomaron la decisión de esperar al nuevo curso. «No nos parecía bueno trasladar a los alumnos al nuevo edificio para un mes y medio. Creo que hicimos bien porque ha habido tiempo para prepararlo todo bien. De haber venido después de Semana Santa hubieran faltado muchos detalles que ahora sí están».
Las aulas nuevas aulas han nacido con perspectiva de tiempos actuales, especialmente las de dos años. Las manillas de las puertas están altas, incluyen un pequeño apartado para cambiar y limpiar a los niños si procede, se conectan entre ellas para facilitar que los profesores ayuden y atiendan al grupo vecino y tienen acceso directo a un espacio de juegos acotado de uso exclusivo para los alumnos mas pequeñitos.
Mayor funcionalidad
Para Sarasa, tanto estas aulas como las del resto de infantil, «son más adecuadas que las que teníamos. Y, además, están en perfecto estado. Eso es mucha mejora respecto a las de antes, que eran antiguas y daban problemas continuamente». Apuntaba también las prestaciones del nuevo edificio «para psicomotricidad y comedor, con ‘mesas de riñón’ para que sea más sencillo a las cuidadoras ayudar a comer a los alumnos de dos años». Incluso, más allá de lo que es el inmueble, apreciaba «lo bueno de poder agrupar todo en una misma parcela escolar. Tener los diferentes espacios separados, como antes, era un lío. Ahora es más sencillo el acceso peatonal (que es el mayoritario), la entrada desde la parada del autobús... y el patio es una maravilla». Destaca su amplitud, especialmente de la zona cubierta, e incide en sus posibilidades, «sobre todo en las zonas no cementadas, donde esperamos poder desarrollar proyectos ‘verdes’, como una huerta, por ejemplo».
También reconoce que «ya hay gente que esta primera semana nos ha ido diciendo algunas pequeñas cosas, detalles, que se pueden mejorar y vamos a trabajar en ellas para seguir afinando todo lo posible».
Eider es una de las alumnas que ha estrenado las nuevas aulas de dos años. A su ama le gusta mucho el nuevo centro. «Tengo una hija algo mayor, así que conozco las instalaciones que se usaban hasta ahora. No hay comparación posible. Éstas son una gozada». También las conoce la ama de Erik, compañero de Eider, aunque, en su caso, la satisfacción tras el traslado no es total. «Hay cosas en este edificio que te llevan a pensar que el arquitecto no tiene hijos. Si no, algunas decisiones hubieran sido diferentes. No ha pensado en los niños». Echa de menos, por ejemplo, «un txoko para las sillitas. Y sobre todo que apenas hay ‘aterpe’ en el patio de dos años y en el otro, cuando llueve mucho, se moja entero porque no han cerrado el lateral y entra todo el agua. Con todo, estamos mejor que lo que estábamos antes, desde luego, pero me da pena que no hayan aprovechado para hacerlo todo bien».
Sarasa también ve esto último. No descarta que se pueda llegar a colocar «un cerramiento. Pero en cualquier caso, tendrá que ser más adelante». Hay otras cosas «que sí hemos conseguido mejorar». Algunas las fueron ajustando sobre el papel del proyecto, otras durante y tras la obra. «Y aún estamos en esa fase de ir probando cómo funciona todo y seguir mejorando». Algunas de las mejoras se las han sacado al propio Gobierno Vasco, como las puertas del patio para poder cerrar el perímetros, pero otras «han sido a cargo del centro y de la AMPA», como el traslado de los juegos infantiles de 3 a 5 años, «que estaban nuevos», del patio antiguo al actual, o el vallado de bambú y setos en una parte del perímetro.
Ambas madres destacan la mejora que ha supuesto la urbanización de Errota kalea, «aunque aún hay otras calles para llegar al centro por las que hay que seguir yendo con mucho cuidado», dice la ama de Erik.
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