Viaje al pasado minero de Oiasso
Sólo durante el mes de julio 733 personas realizaron la visita guiada, frente al total de 425 del verano pasado
El museo romano de Irun organiza visitas guiadas al conjunto minero de Irugurutzeta
- MAIALEN APARICIO
- IRUN
El verano es el momento idóneo para marcarse retos y nuevos objetivos, para conocer lugares hasta ahora desconocidos o para descubrir con una nueva mirada aquellos que ya conocemos. El Museo Oiasso de Irun propone un viaje al pasado minero de la ciudad que no deja a nadie indiferente.
La aventura comienza con el Tren Verde que, sólo durante el mes de julio, ha realizado más visitas que el verano pasado, haciendo 733 trayectos frente a las 425 de 2014. Los viajeros suben al tren en la calle Escuelas, frente al museo, y recorren la ciudad hasta llegar a Irugurutzeta, cruce de caminos donde se sitúa el corazón minero que sostuvo la economía de Irun durante siglos.
La única parada del tren es la puerta del Parque Natural de Peñas de Aya, una de las montañas más antiguas de Europa y, tal y cómo recordaba Juan José Jiménez, guía del museo, «una de las pocas formaciones de Gipuzkoa con granito en el interior, material que se utiliza como piedra de cantería». Irugurutzeta es una zona con un gran pasado histórico que ha representado el sustento de los iruneses ya desde la época romana.
Los antiguos habitantes llegaron a la comarca hacía el primer siglo d.C. y una de las razones por las que el asentamiento se hizo permanente fue la minería. «Además del comercio marítimo, la minería suponía un gran beneficio para la antigua ciudad de Irun, Oiasso. Entre los dos se podía alimentar a la población y comerciar con los productos por lo que, al final, supusieron una causa de crecimiento», explicaba Jiménez. Con el tiempo la presencia romana se hizo más débil en la zona del Bidasoa y se dejó de explotar como antes la zona de Irugurutzeta y de Peñas de Aya, pero la visita continúa porque sorprendentemente Irun nunca dejó de ser un foco de atención para la llegada de extranjeros. Del mismo modo, la minería y el comercio siguieron siendo parte importante de la economía del territorio.
La siguiente parada del recorrido se centra en una de las mejoras que realizó el Ayuntamiento de Irun. Se trata de un silo adaptado como centro de interpretación, un espacio semioculto y no apreciable desde abajo, que permite mostrar parte de los objetos encontrados por toda la zona minera. Los pequeños, asombrados por las vagonetas, picos, palas y otras herramientas antiguas, pueden hacerse una idea de la fábrica que era Irugurutzeta. Como recordaba Jiménez, estos objetos son posteriores a la época romana. «Coincidiendo con el 'boom' minero que se produce en todo el País Vasco durante el siglo XIX, la zona de Irugurutzeta genera importantes infraestructuras y se convierte en uno de los cotos mineros de referencia. La ciudad fue un punto de acogida de extranjeros que, con sus fábricas, se asentaron y explotaron el lugar», declaraba Jiménez.
Actualmente, detrás de la sala de interpretación, están visibles los nueve hornos de calcinación que se utilizaban para mejorar el mineral. «Extraían dos tipos de mineral. El primero era óxido de hierro, el cual se puede trasladar directamente a la ciudad para comerciar con él. El segundo es carbonato de hierro y ese necesita mejorarse antes de ser utilizado», describía Jiménez.
El paseo continúa entre los hornos, donde los visitantes tienen libertad para acercarse a verlos e incluso tocarlos o meterse dentro de alguno de ellos. Jiménez también habla de la diferencia que existe entre los hornos, «los más antiguos son cuadrados y están hechos con piedra mientras que los más modernos se realizaron en ladrillo y con una forma redondeada». El conjunto de las instalaciones se compone de tres terrazas diferenciadas. La primera, y la más alta, es en la actualidad un mirador que permite observar los hornos desde la salida de humo. «Desde ahí extendían unas pasarelas hasta los hornos para introducir el mineral sin tratar dentro de estos y quemarlo a más de 400 grados», explicaba Jiménez. En la segunda plataforma se encuentra la batería de hornos, que da pie a la tercera plataforma, la más baja en altura, donde se encontraban los vagones que trasladarían el nuevo mineral hasta los trenes de transporte.
Aventura por las minas
La última parada del recorrido consiste en visitar las minas de explotación. Por eso, los aventureros deben armarse con cascos y linternas para entrar dentro de los túneles. «¡Estamos guapísimos!», aseguraba una madre a su hijo.
La galería que se visita está acondicionada para la llegada del público, pero en su origen servía para hacer pasar las vagonetas y otras estructuras de hierro. Jiménez señala los diferentes restos de mineral, cada uno de un color, y explica el significado de cada uno de ellos. Los 'nuevos' mineros tienen la oportunidad de moverse entre los filones naturales de la montaña para vivir, por un breve instante, tal y cómo lo hacían los antiguos iruneses.
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