Una dama fuera de serie
La bailarina, escritora y etnógrafa fue una mujer adelantada a su época que dejó como legado una extensa obra dedicada a la danza y a la indumenaria vasca
El CBA homenajea a María Elena de Arizmendi con un exposición fotográfica
- MARÍA JOSÉ ATIENZA
- IRUN
María Elena de Arizmendi (San Sebastián 1916-Irun 2000)forma parte del trío de iruneses no nacidos en la ciudad a los que el CBA rinde homenaje este verano, a través de una exposición fotográfica, que recoge algunas de sus obras y objetos personales. El arquitecto Manuel Sainz de Vicuña, del que hablamos la pasada semana y el farmacéutico José Luis Loidi, a quien dedicaremos un próximo reportaje completan este trío de ilustres autores que eligieron Irun como ciudad para vivir.
El trabajo de María Elena de Arizmendi ya había sido reconocido por la Biblioteca Municipal antes de que se inaugurara la muestra fotográfica, ya que una de las salas del CBA, concretamente la número 16, lleva su nombre. Ahora, la exposición impulsada por el propio centro nos da la oportunidad de conocer a esta escritora que vivió en Irun su juventud y gran parte de su edad madura.
'Vascos y trajes'
En una de las vitrinas de la muestra, se expone 'Vascos y trajes', una publicación de dos volúmenes con prólogo de Julio Caro Baroja y más de 600 ilustraciones, muchas de ellas de Gaspar Montes Iturrioz, que constituye la aportación fundamental de María Elena de Arizmendi a la cultura vasca. Publicado en 1976 por la Sociedad Guipuzcoana de Editores, es su obra más extensa, pero no la única. Decenas de artículos publicados en periódicos y revistas especializadas llevan su firma y todavía se recuerdan sus conferencias sobre aspectos relacionados con la danza en foros de varias ciudades europeas y americanas.
«Me toca presentar un libro que da más de lo que promete. Podría decirse que se trata de una historia del pueblo vasco a través de sus trajes», dice Caro Baroja en su prólogo de 'Vascos y trajes'.
«Los primordial era documentarme con hondura y extensión», afirma María Elena en una de las entrevistas concedidas, con motivo de la presentación del libro.
Pero la imagen que la autora ofrece en los retratos colgados del las paredes del CBA no responde a la de una investigadora. Más parece una actriz de la época dorada de Hollywood o o una diva del bell canto.
Su hija, María Elena Iribarren, enlaza con naturalidad el porte de esta gran dama con su laboriosa dedicación. «Ella era una persona de escena, desde niña, por su afición a la danza», dice. «De joven, tuvo una gran vocación y una gran facilidad para la danza y actuó en muchos escenarios. Pudo haber sido profesional pero no quiso. Se hizo novia de mi padre, se casó y fue madre».
En su joven época de bailarina, María Elena de Arizmendi entabló relación de amistad con Cristóbal Balenciaga, que confeccionaba el vestuario para alguinas de sus actuaciones. Uno de los vestidos que el modisto hizo para la escritora puede verse en la exposición del CBA.
Cuando María Elena Iribarren tenía 8 años ya recuerda a su madre «escribiendo y dando conferencias sobre danza. Exploró todos los terrenos del ballet y de la danza popular del País Vasco. Veía que se habían olvidado muchas cosas y eso le daba mucha rabia. Entonces empezó a documentarse, con la intención de reivindicar toda la riqueza que había en nuestra danza popular».
A través del grupo Izardi, que ella misma dirigió, «empezó a rescatar bailes que se habían olvidado. Recurría a personas mayores, buscaba contactos en pueblos, grababa a mujeres cantando, iba a fiestas para recabar información ... Hizo una gran amistad con Mauricio Elizalde, un txistulari extraordinario que había en el Baztan y que no sólo sabía las músicas, sino los pasos de las danzas».
Amistad con Sorozabal
María Elena de Arizmendi tenía una amistad muy grande con Pablo Sorozabal. «Empezó a pedirle que recuperara músicas que ella recogía con su pequeño magnetofón portátil y así recompusieron muchísimas danzas. El zortziko de las bateleras, por ejemplo, es una partitura que Sorozabal hizo a petición de mi madre y el impulso para componer 'Gernika' se lo dio mi madre cuando le hizo escuchar unas cintas que había grabado al txistulari Muricio Elizalde»
Tantos datos llevaba recopilados María Elena de Arizmendi «que tuvo la idea de escribir el libro que luego sería 'Vascos y trajes'». Se recorrió todas las bibliotecas vascas y siguió documentándose en Madrid, en Bayona, en París, en el Museo de la Indumentaria de Berlín... «Hizo un trabajo inmenso para una sola persona», comenta María Elena Iribarren. «En aquella época eso era bastante extraordinario en una mujer. No era nada habitual, pero tampoco era habitual tener un marido como mi padre, que la alentaba y la acompañaba de un lado a otro y que fue quien le enseñó a hacer fotos. Él era arquitecto pero también era un gran fotógrafo y mi madre fue una buena alumna. La verdad es que la vida de María Elena de Arizmendi fue una vida fuera de serie».
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