«He ido descubriendo una faceta del sonido que es apasionante»
Marina Pintos Buscando la armonía y el equilibrio en Bizisoinu | El piano la colocó en el mundo de la música, pero éste también, sin querer, le ha descubierto otros caminos y así ha creado Bizisoinu
Dicen que la música amansa a las fieras. Lo cierto es que el poder de la música y del sonido es, en ocasiones, inexplicable e inmenso. La música amansa y alivia. Y no solo a las fieras. ¿Quién no tiene una canción que le hace sentir mejor? La sonoterapia defiende el sonido como tratamiento. Y es que la voz, la armonía o la vibración pueden ser grandes 'medicamentos'. Así de bien suena Bizisoinu en la zona de Anzaran. Un lugar en el que, bajo la batuta de Marina Pintos, el sonido puede entrar en nuestro cuerpo. Un lugar en el que conocer nuestra verdadera esencia y descubrir ese sonido que nos hace bien.
-Qué bien suena ese cuenco.
-Sí, ¿verdad? Pues mira, extiende tu mano para notar la vibración. Es lo mejor.
-¡Qué impresión! Parece que nada se mueve, pero...
-La vibración entra en tu cuerpo, sí. El sonido de los instrumentos, sobre todo de estos, y de la voz tiene unas características especiales. Se llaman armónicos. La cantidad de estos armónicos, al parecer, es lo que hace que la materia se armonice o ajuste.
-Pero el sonido de este cuenco es especial.
-Sí, te entiendo. Lo que ocurre es que el sonido no entra directamente al cuerpo, pasa por las diferentes capas energéticas que tenemos. Este sonido consigue desbloquear los posibles bloqueos y luego ya llega a la parte física.
-¿Y ahí qué sucede?
-Pues desde hace muchos años se ha descubierto que el sonido puede incidir en la materia, puede hacer que la materia cambie.
-La cimática estudia estas vibraciones, ¿verdad?
-Sí, lo que sucede con la vibración de los cuencos y de la voz es que consigue llegar a nuestros bloqueos y es capaz de disolverlos y rearmonizar, de alguna manera, la materia.
-Todo esto suena a estudios muy complejos...
-La musicoterapia es ya una carrera universitaria en muchos sitios, pero la sonoterapia se conoce menos. En cualquier caso, en la sonoterapia, que es lo que a mí me gusta, la base y el efecto es el mismo. Es conseguir un estado de bienestar utilizando el sonido.
-Normal que tu espacio se llame Bizisoinu.
-El sonido es muy importante en Bizisoinu, sí, pero hay mucho más.
-Cuéntame, ¿qué es Bizisoinu?
-Es un proyecto que lleva gestándose muchos años. Yo de profesión soy pianista, pero hace 28 años empecé a hacer yoga y meditación y...
-Decidiste afinar tu camino.
-Algo así. Lo cierto es que, al principio, el yoga y la meditación me sirvieron de mucho en mi carrera como pianista. Me ayudaron mucho a la hora de enfrentarme al escenario y a los exámenes.
-¿Tenías miedo escénico?
-No sé lo que era, pero sí recuerdo escuchar mucho más el latido de mi corazón que las notas del piano. Los exámenes eran un trauma. Me temblaba todo, sentía sudores fríos...
-¿Conseguiste dominar esos nervios?
-Bueno, con 18 años, al empezar a hacer yoga, descubrí las técnicas de visualización para poder estar tranquila en esos momentos.
-¿Recurriste al yoga para eso?
-¡Qué va! Yo no tenía ni idea de lo que era el yoga. Empecé por recomendación de una amiga porque sufría muchísimos dolores de espalda. Una amiga fue la que me animó a probar con el yoga para quitarme esos dolores, pero lo que descubrí fue aún mejor. Los dolores desaparecieron, pero, además, descubrí un mundo fantástico en el que ser consciente de mi cuerpo y aprender a respirar. La respiración empezó a ayudarme a gestionar mis emociones, mi capacidad de concentración creció y aprendí a centrar toda mi energía. Conseguí cosas muy interesantes a nivel pianístico, pero algo me decía que se no era mi camino.
-¿Y cómo fuiste conociendo tu verdadero camino?
-Otro momento importante fue cuando una amiga me invitó a un concierto en Galicia. Yo ya había empezado a meditar, pero el concierto de Jacomina Kistemaker fue un estado de unión y de tranquilidad total. Fue toda una meditación. Al terminar, me acerqué a ella y le dije que quería formarme con ella.
-¿Por qué fue tan especial ese concierto? ¿Qué hizo?
-Ella, en su centro de Galicia, se dedica al sonido, a la meditación y a los procesos terapéuticos. En los conciertos toca los cuencos y el gong y también canta. Me impresionó tanto que desde ese mismo instante empleé mis vacaciones en ir allí y formarme. (Risas)
-Pero...¿abandonaste el piano?
-No, aún no. Dejar el piano no ha sido fácil, eso es verdad. Fui a Estados Unidos, volví, grabé un disco, di conciertos... Pero, no sé cómo explicarte, me preguntaba muchas veces a qué había venido aquí. Y en un momento dado me hice esa pregunta seriamente. El cambio no fue drástico, pero sí empecé a buscar otras cosas. Otros caminos.
-¿Cómo?
-Pues durante años he compaginado las clases de piano con las clases de yoga y meditación. He dado clases de ambas cosas. Poco a poco he ido dejando más clases de piano e incluyendo más clases de lo otro.
-¿Hasta dejarlo por completo?
-El piano sigue estando presente en mi vida. El piano lo utilizo para componer. Por ejemplo, en 2015 saqué un disco de música para relajación con piano y una meditación guiada en euskera. Son meditaciones para niños y adultos. Sé que en muchos centros lo están utilizando, así que estoy preparando el segundo.
-¿Y en qué momento se armonizan todas las notas y arrancas con Bizisoinu?
-Fue hace un par de años en Nepal. Allí me volví a hacer esa pregunta de nuevo y lo vi claro. La idea ha estado un par de años rondando por mi cabeza, buscando local, recopilando ideas y conocimientos... Y, por fin, este año me he lanzado. Ha sido un verano cañero, pero lo he conseguido. He descubierto otra faceta del sonido que es apasionante. Para mí ha sido un gran descubrimiento y, además, creo que he encontrado la vía en la que aunar mis dos caminos: el musical y el de autoconocimiento. Me siento en casa.
-En tu casa, en Bizisoinu, ¿qué hay?
-Es un lugar en el que las personas pueden conocer su verdadera esencia. Reconectar con lo que somos me parece muy necesario. En Bizisoinu hay grupos de crecimiento personal, meditación con sonido, yoga, un taller de musicosophia y... ¡más cosas que irán surgiendo!
-El sonido está muy presente.
-Claro, también hay conciertos meditativos con cuencos o monocordes, un taller de voz para enseñar a conectar con nuestra voz y masajes sonoros.
-¿En qué consisten esos masajes?
-Es algo que no se conoce mucho. En los masajes sonoros la persona se sienta y yo le hago un testaje de los sonidos que necesita. Según el elemento que necesite armonizar, yo le hago vibrar diferentes instrumentos. Es un trabajo de armonización muy profundo. La idea no es que yo cure algo, si no que la persona conecte con esa parte suya que tiene una energía curativa.
-¿Estás contenta con el sonido de tu nuevo camino?
-Sí, sin duda. Estoy contenta porque no concibo una vida basada en el miedo y en el por si acaso. «Me quedo aquí por si acaso», eso es malgastar la vida. No hay que engañarse.
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