Noticia publicada en Diario Vasco,el martes día 10 de Noviembre de 2020.
«Un mural o unos pendientes no son tan diferentes, tienen algo en común»
Nació en Oiartzun, pero de una manera o de otra lleva toda la vida en Irun y sus creaciones también están a nuestro alrededorIraitz Arabolaza Etxenagusia Artista a gran y pequeña escala
El arte no solo está en los museos, también nos rodea, nos acompaña por nuestras calles. A veces, incluso, se mueve a nuestro paso y no porque tenga unas patas largas como las arañas gigantes de Louise de Bourgeois. ¿A caso no sería genial encontrarse con un grafiti de Banksy mientras das un paseo? El arte puede vivir en la calle. El arte puede tener vida y moverse de un lugar a otro. Así lo cree Iraitz y así lo crea Iraitz. Profesora y artista capaz de hacer arte a lo grande, pero también en pequeño formato. A Iraitz un lienzo se le queda pequeño y necesita el patio de un colegio, pero también, como si comiera el pastel de Alicia en el País de las Maravillas, se hace pequeña como unos pendientes. A Iraitz lo que le gusta es que el arte respire aire libre, el mismo aire que respiramos dando un paseo, jugando en el recreo o moviéndonos de un lugar a otro.
–Iraitz, el otro día vi la taza en la que toma el café el gran Oscar de La Bioteka y me dio mucha envidia... ¡qué bonita!
–(Risas) Se la he hecho yo, sí. Es que en La Bioteka ya hay varias cosas mías y se merecían un regalito.
–Cierto, algo más he visto con la etiqueta 'made in república popular Irun'.
–Sí, hay mascarillas y unas toallitas desmaquillantes que acabo de hacer. Son de algodón cien por cien.
–Las mascarillas las he visto y llevan incluso funda, son preciosas y muy prácticas.
–Eskerrik asko! Sí, el confinamiento me ha dado demasiado tiempo libre para pensar y crear. (Risas) Y hay que adaptarse a los nuevos tiempos, así que...
–El confinamiento ha sido muy fructífero para muchas artistas, ¿para ti también?
–Fue una situación de '¡sálvame!' y también una situación de 'tengo mucho tiempo y lo tengo que aprovechar'. El caso es que en marzo me quedé sin trabajo y tuve que ponerme las pilas para salir adelante. Empecé a hacer mascarillas, las llevé a La Bioteka y funcionaron muy bien. Además, encajaban muy bien en mi filosofía, así que...
–¿Qué filosofía?
–No sé, me gusta pensar que podemos darle vida al arte, que puede salir a la calle. No me gustan los cuadros encerrados en casa, es como si no tuvieran vida. Así empecé también a hacer murales.
–¿Los lienzos se te quedaban pequeños o era imposible de colgarlos en las calles?
–Las dos cosas (Risas). Yo he pintado desde siempre. No sé si por ser hija única y tener que buscar un entretenimiento o por qué, pero siempre he pintado. Estudié Bellas Artes, claro, y luego también el máster para ser maestra. El caso es que llegó un momento en el que no me sentía del todo cómoda con los cuadros. Los iba haciendo cada vez más grandes, pero siempre me faltaba algo. Un día, me lancé a pintar una pared, un mural, y me enganché.
–Toda la vida diciendo a los niños y las niñas que no pinten las paredes y...
–(Risas) Mejor eso que guardar un montón de cuadros en casa. Yo en casa de mis padres tengo un montón de ellos, muy grandes, guardados ocupando sitio. Lo primero grande que pinté creo que fue el patio del colegio Elatzeta. Fue una pasada.
–Pocos lienzos más grandes que un patio puede haber...
–Desde luego. Luego también pinté un mural para un negocio que hubo en la Avenida de Navarra. Me dio mucha pena que cerrara porque pinté un Schumacher pequeño muy chulo. También hice uno en Mutriku y en Elatzeta ahora hay dos murales míos. Lo bonito de estas cosas también es que con el tiempo se van transformando y borrando. Eso es porque el arte está vivo. Me gusta pensar eso.
–¿Cómo es el proceso? No será como pintar un lienzo...
–¡No! Primero paso muchas horas mirando la pared, como si estuviera castigada. Luego, ya en sucio hago unos bocetos o esquemas en papel. Una vez empiezo a pintar en la pared, depende del dibujo y el tamaño, para marcar las líneas generales puedo utilizar algún proyector. Esto es una pequeña trampa, pero así es más fácil. Utilizo pinturas al agua, que son más cómodas y puedo utilizarlas con los alumnos.
–¿También involucras a tus alumnos y alumnas?
–Sí, lo intento. Ahora ya no estoy sin trabajo, estoy dando clases en Hirubide y ya estamos planeando cómo hacer un mural. Es un trabajo al aire libre y que se puede hacer en grupos pequeños, así que poco a poco intentaremos hacerlo.
–Y además de murales gigantes, también te atreves con superficies diminutas como unos pendientes...
–¡Sí! Aunque no lo creas tienen mucho que ver, no son tan diferentes. Las dos cosas están en la calle, no son para tenerlos en casa. No están 'muertos'. Tienen la vida de estar en la calle y los pendientes, incluso, tienen movimiento porque los llevamos de un lugar a otro. Les damos vida. Esto es lo que a mí me llena, pensar que lo que hago tiene una vida o que vive al aire libre. Me encanta encontrarme por la calle con un bolso que he hecho yo o con alguien que lleva unos pendientes o con cómo ha cambiado un mural que he hecho.
–¡O con una de tus mascarillas! Todas tus creaciones, de momento, son al aire libre.
–Eso es, o las mascarillas. Todo es muy diferente, pero todo está dentro de un proceso creativo muy parecido. Eso me gusta.
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