Otra oportunidad para visitar el viejo Irun
Se trata, con algún añadido, de la muestra que se compuso para el fin de semana de reinauguración de la plaza tras su remodelación
Kabigorri exhibe este verano una colección de fotos históricas de la plaza Urdanibia de Jose Mari Castillo
- IÑIGO MORONDO
- IRUN
Una fiesta aliñada con enorme variedad de actividades celebró, el último fin de semana del mes de marzo, el final de las obras de remodelación de la plaza Urdanibia y su entorno. Entre todas las propuestas, quizá una de las más exitosas fue la exposición fotográfica con imágenes históricas de la Parte Vieja. Fue elaborada por la Asociación de Antiguos Alumnos de La Salle con ayuda de la AFI y la imprescindible colaboración de Jose Mari Castillo, cuya colección fue el caladero exclusivo en el que pescar las impresionantes piezas exhibidas.
En apenas dos días, cientos de irundarras se sorprendieron (incluso conmovieron) con esas capturas de un Irun antiguo, en blanco y negro, pero lleno de vida; con la rememoración de personas, de actividades, de comercios, bares y empresas de las que no queda rastro físico y cuyo recuerdo empieza a verse demasiado lejos. Decenas de personas lo disfrutaron, sí, pero otras muchas se quedaron con las ganas. «Hubo gente que ese fin de semana estaba fuera, o que no se enteró de la exposición y luego se lo contaron. Incluso gente que la vio, pero que quería verla de nuevo, con más calma», explica el propio Castillo. Las peticiones recibidas, tanto directamente como a través de los promotores, le llevaron a plantearse buscar un espacio en el que poder mostrar de nuevo los marcos en los que se enseñaron aquellas instantáneas de un Irun tan diferente.
«Por la cercanía física con la plaza, porque siempre están abiertos a exposiciones y a otras actividades culturales y porque he colaborado con ellos otras ocasiones, me puse en contacto con Kabigorri y les propuse que acogieran la exposición». «No lo dudamos», señala Fernando Sánchez, uno de los socios del ateneo irunés. «Nos parecía muy interesante. Sólo tuvimos que esperar a tener un hueco en el calendario». Ese hueco ha sido el periodo estival. Las fotos de la colección de Castillo, un total de 42, se colgaron de las paredes de Kabigorri la semana pasada y pueden verse allí hasta mediados de septiembre, de jueves a domingo, desde las 19.00 horas.
Media docena de novedades
El fotógrafo y coleccionista irundarra ha aprovechado la reedición de esta muestra para añadir alguna foto más. «Algunas de éstas nuevas me gustan, se ve a personas. En una, trabajadores de Unión de Artistas Vidrieros; en otra, a las empleadas de la fábrica de papel de fumar». No son las únicas fotos en las que el protagonismo lo asumen personas más que el paisaje urbano, como la que muestra a la plantilla de otra de las factorías de la antigua Parte Vieja, la fábrica de carruajes, y a la vez taller de reparaciones, Sánchez.
Pero la plaza Urdanibia y sus calles adyacentes tienen una presencia necesariamente importante. No son sólo aspectos de sus diversos estados urbanísticos a lo largo de las décadas, sino estampas insólitas que dejaron momento puntuales: el agua desbordada que hizo el barrio navegable, barriles importados de Francia que convirtieron la alameda en descomunal almacén porque la Aduana no contaba con espacio suficiente... Hay fotografías de fiestas, eventos y momentos concretos y, en cuanto a lo meramente físico, una, de 1913, que llama especialmente la atención. En ella, se ve la capilla de la Milagrosa al fondo de una callejuela que forma el palacio Sancho de Urdanibia (actual Euskaltegi) y un edificio entre éste y la calle Santa Elena, inmueble que ya nadie recuerda ni los más veteranos vecinos 'de toda la vida' de la plaza.
El tercer bloque temático se dedica a los frontones. «Aunque se la conozca también como Moscú, esta plaza ha tenido tres nombres oficiales: Urdanibia (desde 1903, en honor a Sancho de Urdanibia por su donación para construir un hospital), Alameda (que apenas se mantuvo un par de meses) y, el más antiguo, plaza del Juego de la pelota, que evidencia la ligazón histórica con estos deportes», explica Castillo. En su archivo cuenta con pruebas documentales de la existencia de un antiguo frontón y «de un trinquete, detrás de Artistas Vidrieros, que construyó un joven que volvió de las Américas con shushes para darse ese capricho. Lo curioso de aquel trinquete es que tenía el tejadillo al otro lado». En 1934, en versión más modesta que la actual, llegó el frontón Uranzu.
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