domingo, 27 de marzo de 2022

Irun, una frontera de sentido único

Noticia publicada en Diario Vasco,el domingo día 27 de Marzo de 2022.

Irun, una frontera de sentido único

La ayuda que se ofrece en la muga a quienes huyen de Ucrania contrasta con la dificultad que hallan los que emigran de África para acceder a Francia

Moussa y Riyad, en el centro, atienden la información que cada mañana ofrecen los voluntarios de Irungo Harrea Sarea./ FOTOS: DE LA HERA

 


OSKAR ORTIZ DE GUINEA

En el último mes, Irun se ha convertido en una frontera de sentido único. Desde Hendaia a Gipuzkoa se ha extendido una invisible pero evidente alfombra roja por la que varios cientos de personas ucranianas dan continuidad a su huida de la guerra con destino a Portugal y otros puntos de la península Ibérica. La lógica empatía humana hace que nadie ponga en cuestión su bienvenida. En la dirección contraria, sin embargo, permanece la moqueta de espinos y uniformes policiales con la que Francia lleva ya varios años dificultando el éxodo africano. El contraste se repite a diario, y no hay que rebuscarlo. Aflora.

Cada día una comitiva de trabajadores de Renfe y voluntarios de Cruz Roja aguarda en la estación irundarra la posible llegada de ciudadanos de Ucrania. Lo hacen al menos dos veces al día: a las siete de la mañana y pasadas las doce del mediodía, en función de los horarios del TGV desde París a Hendaia. Ya no es la avalancha de hace dos semanas, cuando podían venir «treinta o más», explica Belén, azafata de tierra de Logirail, la empresa de logística de Renfe. La razón del descenso es que están canalizando la peregrinación hacia el sur de los Pirineos a través de Cataluña, adonde llega la red de alta velocidad desde Francia y prosigue el AVE.

Son las siete de la mañana, y ni la voluntaria de Cruz Roja, ni Belén, ni la coordinadora de cercanías de Renfe saben si vendrán ucranianos a los que recibir, gestionarles los billetes que desde el 3 de marzo tienen gratuitos para el destino al que vayan y acompañarlos en el tren hasta Donostia. En los primeros días, el Ayuntamiento de Hendaia llegó a fletar hasta un autobús, luego se apañó con furgonetas y últimamente con vehículos de voluntarios, como es el caso de Denise, quien aparece casi a las 7.10 horas. Esta mujer hendaiarra traslada a un matrimonio ucraniano que había llegado a Hendaia la víspera en el TGV de las 20.47 horas. «Al principio -explica- se dispusieron camas en el gimnasio Dojo, en el parque de Belcenia, pero como ahora vienen menos, los acogemos en casas particulares». Normalmente, «Cruz Roja de París informa al Ayuntamiento de cuánta gente ha subido al tren: si son mujeres solas, familias con niños pequeños... Y así nos preparamos con unas horas de antelación». En ocasiones, «están tan desbordados que no nos avisan. Así que voluntarios y personal municipal vamos a la estación y, según lo que llegue, nos lo repartimos», explica Denise.

Voluntarios y personal del Ayuntamiento de Hendaia acogen a los ucranianos que llegan en tren y ese día o después los llevan a Irun

Igor y Stella arribaron sin previo aviso y Denise los acogió en su casa: cena, ducha, cama y afecto. Él tiene 61 años, por lo que supera por un año la edad máxima para combatir. Su mujer es dos o tres años más joven y apenas habla inglés, por lo que se entiende con Denise a través del traductor ruso-francés de su móvil, al no tener el ucraniano. Se dirigen a Lisboa, donde vive un hijo, por lo que en la estación les dispensan un billete a Donostia y otro a Madrid, donde un interventor es alertado de su llegada para que les tramite el resto del viaje, seguramente «por Valladolid o Vigo». La pandemia anuló los trenes de Irun a Lisboa y A Coruña, y no han sido repuestos.

El matrimonio viene de Járkov, la ciudad con la que más se cebó Rusia al comienzo de los bombardeos. «Nuestra casa ya no existe», lamenta Stella, que junto a Igor y su perra 'Eva' dejó su hogar el mismo 24 de febrero en el que inició la contienda. «Caían bombas y nos refugiamos primero en un sótano y luego en la estación del metro. Fue horrible», relata mientras muestra imágenes de su ciudad, arrasada. Hay armazones de lo que fue una bomba donde antes hubo un parque o una terraza. «¡Putin juyló! (capullo), cantamos en mi país», dice. La canción surgió de los ultras del equipo de fútbol Metalist Járkov en 2014 y ya es un himno nacional.

Tras cuatro días bajo tierra, «el 28 de febrero salimos de Járkov», donde sus otros dos hijos se quedaron «para servir a la patria». No son soldados, sino informáticos y su padre espera verles pronto porque tiene intención de regresar. «Vienen pocos hombres pero más de uno lo hace para acompañar a su familia y volver a Ucrania», observa Denise, quien al hacernos de intérprete del ruso al francés se está «enterando ahora de su vida porque yo no me atrevo a preguntarles nada: tienen una mochila muy dura encima y no sabes cómo van a reaccionar». Ambos ucranianos han «perdido la cuenta» de los días que llevan de peregrinaje por «media Europa: Varsovia, Berlín, Colonia, Bruselas, Lille, Hendaia», y han encontrado «una enorme solidaridad allá por donde hemos pasado».

Las cifras

  • 248 billetes ha tramitado Renfe para refugiados de Ucrania que han pasado por Gipuzkoa en busca de otro destino en España o Portugal. Desde el 3 de marzo ha dispensado 12.000 tiques en todo el Estado.

  • 386 migrantes en tránsito han sido atendidos en lo que va de mes en el recurso que Cruz Roja gestiona en Hilanderas, en Irun. En febrero fueron 808. En 2021, 8.115 personas africanas pernoctaron en este centro.

«¿Para ir al ayuntamiento?»

No es el caso de Moussa y Riyad. Nos encontramos con estos dos marfileños en la misma calle Estación, a unos cien metros de donde despedimos a Igor y Stella. Vienen en dirección a la terminal de Renfe, lo que no cuadra siendo subsaharianos: lo suyo sería haber salido de la estación y enfilar hacia la frontera, no al revés. Todo encaja cuando se detienen bajo el enorme cartel que recoge los trayectos y ubicaciones que interesan a quienes vienen de África: la estación de bus y tren, el recurso para migrantes en tránsito de Hilanderas y la plaza San Juan, donde los voluntarios de Irungo Harrera Sarea (IHS) instalan su oficina de quita y pon, cada mañana a las diez. Son las 9.30 horas, por lo que nuestra pregunta obtiene la respuesta esperada. ¿A dónde queréis ir? «A la 'place de la mairie' (ayuntamiento)». Como vamos para allí, al punto de información para los migrantes, acceden a que les llevemos en coche. Es durante el trayecto cuando reparamos en que, al ser migrantes 'ilegales', incurrimos en un posible delito de tráfico de personas.

En la estación irundarra los reciben colaboradoras de Cruz Roja y empleadas de Renfe, que les dona los billetes hasta su destino

Explican que proceden de Costa de Marfil, tienen 21 años, habían llegado la víspera a Irun y no les dejaron entrar en Hilanderas por su condición de 'dublinados'. Es decir, Francia -donde ansiaban una nueva vida- los había devuelto porque en su día habían tramitado, sin ser conscientes de lo que hacían y lo que les iba a complicar la existencia, su entrada a Europa en España. Les gestionaron la pernocta en el centro de inclusión Zubia a través de IHS, que recuerda el caso, dos semanas antes, de una pareja 'dublinada': a ella, «se supone que por su mayor vulnerabilidad por ser mujer, la dejaron dormir en Hilanderas y al hombre lo dejaron fuera pese a haber plazas libres».

A la cita de las diez, un único africano acude puntual. En realidad se ha personado «a despedirse» del grupo de voluntariado. Dos días antes, tras llegar a Baiona, la Policía gala lo había interceptado y devuelto a Irun. Al día siguiente no logró sortear el control policial de Behobia y se dispone a probar fortuna otra vez. «Bon courage!», le desean al irse. «Este tipo de casos son carne de cañón», advierte Josune Mendigutxia. La voluntaria se refiere, por un lado, a los africanos a los que la angustia lleva a jugarse la piel en el río Bidasoa -donde no ha sido hallado el cuerpo del cuarto ahogado en diez meses- y, por otro, a quienes pagan a un pasante para que les lleve clandestinamente a Iparralde. Muchos son engañados.

La misma víspera (el pasado martes), tres mujeres con un niño cada una recurrieron a un 'passeur' que les cobró, las dejó en Bera diciéndoles que estaban en Francia y se fue. Un político local les abonó el taxi a Irun. Según IHS, regresaron a Hilanderas y no han vuelto a tener noticia de ellas. «Habrán vuelto a pagar. Es tremenda la cantidad de pasantes, estamos hartas de enfrentarnos con ellos».

Pasadas las 10.40 horas asoma una decena de migrantes. Se habían perdido siguiendo las huellas pintadas en el suelo desde Hilanderas hasta la plaza, y una vecina de Irun les ha acabado acompañando. Además de por sus rastas en el pelo y su mirada vivaz, llama la atención Ousmane, el único que habla castellano. Lo aprendió en el centro donde fue acogido en Canarias. «Como era menor de edad, me han tenido dos años ahí». Asegura que ha cumplido los 21 y salió de Mali «hace más de tres años, no recuerdo ya bien». Vivía en un campamento tuareg, donde dejó a su madre y dos hermanas. Cruzó a pie a Senegal, donde «un tío mío» pagó «no sé cuánto, pero era mucho dinero» para subirlo a un cayuco. Lo que suele ser una travesía de cuatro días en el Atlántico, fueron «ocho o nueve. Íbamos 39 personas y solo teníamos agua». No era necesario que precisara que el trayecto «se hizo largo». La frontera de Irun es el último gran obstáculo hasta París, donde se reunirá con su padre, al que «hace años» que no ve.

El caso de Mustapha, de 16 años, es atípico en Irun pues procede de Liberia, que no fue colonia francesa sino estadounidense, por lo que él habla inglés y no se dirige a un país francófono sino a Alemania, donde tiene «un amigo». Asegura que es «muy hábil con el balón» y está «convencido» de que será «futbolista profesional» como aquel George Weah que ahora preside Liberia. Su padre murió y le impulsa su afán por «ayudar» a su madre y dos hermanas. Las dejó en Monrovia en noviembre y luego atravesó «a pie y bus» Guinea, Mali, Mauritania y Marruecos. Su viaje exprés denota algún que otro pago por el camino. En El Aaiún cogió una barcaza hinchable y en «solo un día» se plantó en Fuerteventura. Tras una semana en la isla, le subieron a un avión hasta Madrid y está en Irun, confiado en que la muga de sentido único se abra ante sus alas de futbolista.

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