Dibujos animados en las cuevas del paleolítico
Marc Azéma, uno de los mayores expertos en arte rupestre, ofreció ayer, dentro del programa del Ficab, una conferencia en la que explicó su hipótesis
- IÑIGO MORONDO
- IRUN
Marc Azéma, doctor en Prehistoria, ha dedicado más de una década a analizar el arte rupestre de diversas cuevas francesas, más de mil representaciones. Es uno de los mayores especialistas en las pinturas paleolíticas y como este año participa como jurado del Ficab, la organización no desaprovechó la oportunidad de hacer un hueco en el programa para que ayer ofreciera una conferencia que, en realidad, era la presentación de su libro 'La prehistoria del cine'.
La tesis que defiende Azéma en este trabajo, y que ayer expuso en su cita con el público irundarra en el CBA, es que los hombres y mujeres de la Edad de Piedra manejaban los conceptos que se encuentran en la base del cine. «Podemos pensar que el cine es la imagen proyectada, pero en un sentido más técnico, más científico, en la definición del cine está la síntesis del movimiento». Hace más de 30.000 años, la humanidad «tenía la voluntad de contar historias animadas, de expresar relatos a través del movimiento», señalaba Azéma. Lo hacía en francés, por cierto, pero se habilitó a traducción simultánea para los asistentes.
En el arte rupestre, este experto ha encontrado decenas de evidencias de los conceptos que manejaban aquellos artistas paleolíticos. Por ejemplo, caballos con tres cabezas o bisontes de ocho patas «no eran errores del artista que los dibujaba, eran una descomposición del movimiento», defiende Azema, cuyos vídeos mostraron que esas imágenes superpuestas en la roca, separadas y concatenadas, representaban al equino pastando y al bóvido corriendo.
No sólo eso. De las investigaciones de Azéma en las cuevas francesas de Chauvet y Baume Latrone se desprende que «esas acciones individuales implicaban en ocasiones a varios individuos, generenado una escena. Ésta estaba relacionada con otras para formar una secuencia y varias de éstas se sucedían para crear una narración gráfica». Azéma lo ejemplificó con los momentos más representativos de la vida de los leones cavernarios: sus relaciones, cómo cazaban..., todo en 'movimiento' y recogido secuencialmente en las paredes de una cueva.
El taumatropo
Aún fueron más allá. El taumatropo es ese juguete que en su versión clásica enjaula un pájaro al hacer girar el disco rápidamente para que se fundan las respectivas imágenes de cada cara. Juega con aquello que llamamos la persistencia de la imagen en la retina y se atribuye su invención a John Ayrton Paris en 1824. Sin embargo, Azéma se refirió ayer al hallazgo de un taumatropo paleolítico que quizá no lo hace tan fluidamente como el decimonónico, pero sí que funciona.
Aquellos hombres de las cuevas empleaban diversas técnicas artísticas y manejaban conceptos avanzados. «Eran profesionales. Sabían lo que hacían. Si esquematizaban un animal en líneas no era porque no supieran hacerlo mejor, era porque lo querían hacer así». Para contar esas historias representadas en sus cuevas («también en exteriores, en maderas... aunque no queden muchas evidencias») usaban la luz y las sombras proyectadas, los relieves naturales, los distintos planos de las rocas... «También música y cantos». Azéma sostiene que estos artistas «eran profesionales y había un sistema de aprendizaje instaurado en las comunidades. Durante 25.000 años existió toda una tradición gráfica en las cuevas», afirmó.
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