Celebraciones multiculturales para un sentimiento universal
Tres ciudadanos de Irun de distintas procedencias cuentan cómo honran a los fallecidos en sus respectivos países por el Día de los Difuntos
Hoy, como cada 1 de noviembre, cientos de iruneses subirán al cementerio de Blaia a colocar flores en las tumbas de sus difuntos y recordar a quienes ya no están. Es un rito similar al que realizarán los nicaragüenses, aunque estos últimos lo harán mañana, 2 de noviembre, «que es el Día de los Fieles Difuntos», explica Marling Castillo.
Vecina del entorno de San Juan, llegó a Irun cuando comenzaron las obras para remodelar todo este ámbito, hace ya casi una década. Antes, había vivido cuatro años en Baiona después de emigrar desde Nicaragua. Allí, explica, cada 1 de noviembre las iglesias celebran misas especiales, pero, el día en que se honra a los difuntos es el 2. «Mucha gente va a los pueblos en los que tienen a sus muertos. Las tumbas se limpian y engalanan. A nivel del Gobierno se considera un día festivo», pero es decisión de cada empresa dar todo el día o media jornada libre a sus empleados.
«Desde muy temprano», señala Marling, «la gente acude a los cementerios con las flores». Comprarlas «es bastante caro», por lo que quienes no pueden permitírselo recurren a «los jardines, las que plantan en sus propias casas o las que tiene algún vecino... Pero siempre hay alguna solución para que las tumbas puedan estar bonitas». Otra opción habitual en Nicaragua son «los arreglos florales de papel o de plástico, que pueden costar menos que las flores naturales». Esta opción, además, se traduce en «un ingreso económico» para los artesanos que preparan este tipo de arreglos florales. En cuanto a las flores escogidas para honrar a los difuntos, las más habituales son «los crisantemos y las gladiolas. También las margaritas, que son la opción más económica».
Caldo aunque haga calor
Para muchos nicaragüenses, el Día de los Fieles Difuntos es «una manera de ir a sus pueblos y pasar ese día en familia». No hay un producto gastronómico asociado expresamente a esa festividad, si bien, «aunque haga calor, en Nicaragua siempre se suele tomar caldo. Ese día, se hace una sopa para todos los que estén», explica Marling.
En Perú, el país de origen de Mary Delgado, sí hay una comida típica de esta festividad: «las cantaguaguas. Guagua significa 'bebé' en quechua», explica. Estos panes dulces se elaboran en la zona de Los Andres, y tienen la forma, precisamente, de niños o bebés. En algunas zonas andinas, además, es tradicional preparar en estas fechas «unas coronas elaboradas con flores plásticas. Si el difunto es un hombre, colocan además la imagen de un santo; si es una mujer, de una virgen; y si es un bebé, de un ángel».
Mary, que lleva tres años viviendo en Irun, explica que en Perú las celebraciones en honor de los difuntos son diferentes «en las zonas rurales y el las ciudades. La gente de Los Andes, de las montañas, comparte la cena del 1 de noviembre. El día 2, van a los cementerios y, según la tradición, comen allí mismo, junto a las tumbas de sus difuntos. Incluso, hacen fiestas y a veces acuden bandas de música». El ambiente también es festivo en zonas como «Callao, una provincia de puerto cercana de la capital. Allí la gente es muy alegre y celebran este día con música y fiesta». En Lima, en cambio, «son más conservadores. La gente lleva flores y velas a los cementerios o las ponen en sus casas, y se celebran misas». Estas diferencias son prueba de que «Perú es multicultural», explica Mary Delgado.
Y si hay un país latinoamericano en el que esta festividad es todo un emblema, es México. Desde allí, hace dos años, llegó Juan Carlos Reinosa Espinosa de los Monteros. Vivió un año en Donostia, y ahora está en Irun. Se está planteando colocar «una ofrenda» en su casa para celebrar este año el Día de los Muertos. Es una festividad «muy tradicional, característica y muy bonita» de su país natal. Como en Perú, también en México la forma de festejar esa jornada, el 2 de noviembre, difiere según el lugar del país: «en las zonas rurales está todavía más arraigado. Son tradiciones milenarias». También allí, las tumbas se engalanan y «lo tradicional es adornarlas con flores de cempasúchil», características por sus pétalos de color naranja. Se colocan velas y «a cada muerto se le prepara su comida favorita, y se coloca en su tumba a modo de ofrenda». Reina el ambiente festivo y «hay personas que llevan mariachis, música de bandas, rancheras...». La creencia es que los caminos hechos con pétalos de flores y las velas guían a los difuntos «hacia sus familias», explica Juan Carlos.
Desayuno tradicional
Entre quienes residen en las ciudades de México, la tradición se celebra de una manera algo diferente: es el caso de Juan Carlos, que vivía en la capital y «tengo muy pocos familiares que estén enterrados en un cementerio; la mayoría están cremados. Por eso, mucha gente de ciudad hacemos esas mismas ofrendas pero en las casas. En el caso de mi familia, se hacía un desayuno especial en casa de mi abuelita. Preparábamos comida tradicional mexicana: tamales, jugo de naranja o toronja (pomelo), huevo con machaca...».
La del Día de los Muertos es una festividad que el gobierno mexicano fomenta por ser uno de los emblemas del país: «todos los años, en Ciudad de México, se organiza un desfile con carros alegóricos». Los mexicanos «son más fieles al festejo del Día de los Muertos que al famoso Halloween». Juan Carlos asegura que «lo más impresionante» que se puede ver en el país en torno a esta festividad «sucede en Michoacán, en el lago de Pátzcuaro. Van en barcas, cruzando el agua hasta un cementerio que está en una isla, que se ilumina con puras velas. Es impresionante», asegura.
Cada país con sus peculiaridades, con sus diferentes ritos, vive esta festividad en torno a un sentimiento universal: el recuerdo hacia quienes ya no están entre nosotros. Eso, independientemente de nuestra procedencia o cultura, «lo sentimos todos por igual», como resume Marling Castillo.
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