domingo, 31 de enero de 2021

«Cada día vuelves a casa sabiendo que no lo has hecho bien por pura saturación»

Noticia publicada en Diario Vasco, el domingo día 31 de Enero de 2021.

«Cada día vuelves a casa sabiendo que no lo has hecho bien por pura saturación»

Cada tres o cuatro meses vuelve a Irun desde la capital asturiana, donde trabaja, salvo que el coronavirus se empeñe en impedírselo Salvador Tranche Presidente de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria

Salvador Tranche, a las puertas del Centro de Salud El Cristo de Oviedo./
Salvador Tranche, a las puertas del Centro de Salud El Cristo de Oviedo.

MARÍA JOSÉ ATIENZA

Salvador es un nombre más que apropiado para quien tiene la vida como material de trabajo. Tranche es el apellido de Norberto, el querido y recordado pelotari, quien junto a Dioni Iparraguirre dio la vida a Salvador y a sus cuatro hermanos. Siendo jovencito, dejó Irun primero para hacerse médico en Santander y después para cursar la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria en la Residencia Nuestra Señora de Covadonga, hoy Hospital Central de Asturias. Sacó plaza en Madrid y en Oviedo y eligió la capital del Principado para vivir con su familia. Desde 1982 ejerce su profesión en el Centro de Salud El Cristo y desde 2016 preside la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, que agrupa a más de 20.000 médicos de todo el país.

–Hace tres días hemos vivido en Euskadi una huelga sanitaria que reclamaba, entre otras cosas, más recursos para la Atención Primaria.

–La Atención Primaria es la cenicienta del sistema. Así como los hospitales se han ido recuperando de la crisis de 2008, en Atención Primaria todavía estamos por debajo de las cifras de 2008. El hospital tiene mucho aparataje que necesita mucha inversión. En Atención Primaria, la tecnología son las personas, los profesionales y si no hay inversión, no hay profesionales. Llevamos varios años con una situación muy precaria, una medicina de familia deteriorada y un nivel de crispación alto. Muchos médicos de familia se acaban yendo del país. Somos un colectivo que tuvo su boom en los 80 y tenemos un porcentaje importante de envejecimiento. En tres o cuatro años se va a jubilar mucha gente y no hay recambio suficiente con los que se están formando para cubrir esas plazas.

«Las vacunas nos ayudarán a vencer al Covid, aunque alrededor de ellas haya deslealtades y miserias humanas»

–Las consecuencias de esa situación son vitales, porque lo suyo no es producir menos o restar calidad al producto. Y la Covid-19 ha venido a complicar las cosas, hasta el límite de lo soportable.

–Estamos atendiendo una media de 55 pacientes diarios, el 30 ó 35% de ellos de manera presencial. Nosotros no vemos cuadros dramáticos de Covid como se ven en los hospitales. Lo que vemos son cuadros leves o moderados y en el momento en que vemos algún signo de gravedad, los mandamos inmediatamente al hospital. Pero sí hemos atendido mucho Covid, tanto en la primera ola como en la segunda. En la primera, ni siquiera teníamos capacidad diagnóstica. No podíamos hacer PCR. Por cada paciente que se diagnosticaba en el hospital, nosotros teníamos nueve con sospecha.

–¿Con ese volumen de consultas, se están desatendiendo otras patologías?

–Sí, estamos viendo mucha patología no Covid no bien atendida. Por ejemplo, estamos viendo retrasos diagnósticos en pacientes con cáncer, patologías crónicas que no se están atendiendo bien por la saturación del sistema, pacientes mayores que viven solos, que cuando vas a visitarlos a casa, te los encuentras absolutamente deteriorados... Estamos viendo mucha patología mental por aislamiento, sobre todo en personas mayores y mucho problema social. En este momento, estamos con la sensación de lo que nosotros llamamos daño moral.

–¿Puede explicarlo?

–Hemos pasado por varias fases. En la primera ola, la sensación era de incertidumbre. Teníamos mucha desorientación, porque un día recibíamos una instrucción y al día siguiente, otra distinta. En la segunda ola, eso cambió por una sensación de impotencia, que se mantiene ahora, pero añadida al daño moral. Cada día llegas a casa diciéndote que no lo has hecho bien, pero no puedes hacerlo mejor por pura saturación, porque no depende de ti hacer cambios de organización o poner más recursos. Es duro llegar a casa cuando acabas de visitar a un paciente al que no has podido ver en ocho días y te lo encuentras deteriorado o cuando ves un cáncer atendido telefónicamente cada día por un médico y al que no se le ha hecho un buen seguimiento.

–¿Con la administración de las vacunas se empezará a aliviar la situación? ¿Cómo ve las polémicas generadas en torno a las vacunas?

–Hay que confiar en las vacunas y animar a la gente a que se vacune, porque eso nos va a ayudar muchísimo a vencer el Covid. Nosotros hemos tenido un brote en una residecia con pacientes vacunados con la primera dosis y ha sido más leve, porque la vacuna les ha dado una cobertura. Pero la vacuna va acompañada de temas políticos y la presión social es tan alta que se ha querido correr mucho cuando el suministro no estaba asegurado. Seguro que hay y habrá comportamientos desleales, tanto por parte de países que estén haciendo acopio pagando mucho más, como por parte de personas que quieren adelantarse. Son miserias humanas que lo que hacen es dañar todo el proceso y dar oxígeno a los antivacunas.

«Estamos viendo muchas patologías mentales derivadas del aislamiento, y retrasos en diagnósticos de cáncer»

–¿Cuándo cree que podremos bajar la guardia frente al coronavirus?

–Es muy difícil responder. Tirándome a la piscina, puedo decir que no lo veo antes del primer trimestre del año que viene. Vamos a conseguir vacunar, seguro, pero no como dice el Gobierno para el final del verano. Serían 30 millones de personas en seis meses, con dos dosis, o sea, 60 millones de consultas. En Atención Primaria, se hacen al año en enfermería 130 millones de consultas y las vacunas suponen un crecimiento del 50%. Es imposible en seis meses. Probablemente, sí lo consigamos a finales de año y a primeros del próximo lograremos relajarnos, manteniendo las medidas de seguridad. Pero insisto: yo no soy hijo de profeta. Ya sabéis quién es mi padre.

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