Irungo Harrera Sarea atendió en 2020 a más de 2.000 personas migrantes
La red de apoyo demanda de las instituciones mayor flexibilidad en los dispositivos de acogida y soluciones eficaces para los más vulnerables
Cada día, un grupo de trabajo de Irungo Harrera Sarea (IHS) se instala en su oficina al aire libre de la plaza San Juan para ofrecer información útil a las personas migrantes que pasan por la ciudad. Cada noche, otro grupo de la red de apoyo espera en la estación la llegada del tren y del autobús para acompañarlos hasta el centro de acogida que gestiona Cruz Roja.
A lo largo del año 2020, Irungo Harrera Sarea ha atendido a más de 2.000 personas, según el balance que la red hizo público ayer. La llegada de migrantes a la ciudad se vio reducida sensiblemente el año pasado debido a la pandemia. Pese a todo, IHS atendió «a una media de 8 a 10 personas al día. De ellas, alrededor del 8% eran mujeres y el 6% menores», señalan.
- Personas atendidas
- Irungo Harrera Sarea atendió en 2020 a más de 2.000 migrantes en tránsito. De ellos, el 8% eran mujeres y el 6%, menores.
- Países de origen
- Las personas atendidas procedían, en su mayoría, de Guinea Conakry, Mali, Costa de Marfil y Senegal.
- Grupos de trabajo. Grupo de acogida
- Información útil y sobre derechos (1.500 personas atendidas); Acompañamiento nocturno al albergue (1.150); Ropero (200).
Por nacionalidades (en orden descendente), las personas atendidas provenían de Guinea Conakry, Mali, Costa de Marfil y Senegal, entre otros países.
En cuanto a la atención prestada por los grupos de trabajo en los que se estructura la red, el de acogida, que ofrece información útil y sobre los derechos de los migrantes, atendió a 1.500 personas; el 'gautxori', que presta servicio de acompañamiento al centro de acogida, asistió a 1.150 personas; y el encargado del ropero, se ocupó de 200 personas.
El perfil de los migrantes atendidas en 2020 por la red de apoyo ha sido diverso. «Se mantiene la tendencia de llegada a Irun de personas 'dublinadas' y procedentes de otros países europeos. Las 'dublinadas'», explica Jon Aranguren, «son aquellas personas a las que la ley (el Convenio de Dublín) obliga a solicitar asilo en el país por el que accedieron a la UE, generalmente España, Italia y Grecia. Si solicitan el asilo en otro país, son devueltas al país de acceso y se ven obligadas a recomenzar el proceso de migración y en general, acaban volviendo a Francia, Alemania, Bélgica...»
Jóvenes en tránsito
En 2020 llegaron también a Irun personas que «habiendo vivido de manera regular en otro país europeo, han perdido el empleo por la crisis y han caído en la irregularidad administrativa», añade Aranguren. Otro perfil «es el de los chavales que pasaron por mar o saltaron la valla y los han tenido meses e incluso un año en centros de Canarias o de Ceuta y al cumplir la mayoría les han dejado pasar a la península».
Por último, han llegado personas a las que se ha denegado el asilo. A todos estos perfiles «se les niega el acceso al centro de acogida y no les queda más que la calle, aunque en el albergue haya plazas libres, por lo que se malgastan recursos públicos y se agrava su vulnerabilidad», añade Aranguren
Hay un excepción de acogida sin filtros para pasar la noche bajo techo: cuando la temperatura baja de 8 grados. «Entonces el Ayuntamiento no deja a nadie en la calle. Les ofrece el dispositivo del frío o les lleva a una pensión».
La red de apoyo demanda «una solución a las instituciones responsables de estos dispositivos y a las directrices que se aplican, para que los recursos existentes respondan de manera eficaz a las necesidades de personas en situación de gran vulnerabilidad».
Controles fronterizos
Los controles fronterizos reforzados estas últimas semanas no han hecho más que «agravar las condiciones de migración y servir para provecho de las redes de tráfico», asegura Jon Aranguren. «Los controles encarecen el viaje de los migrantes, no sólo en economía, sino también en sufrimiento y hacen que florezcan los aprovechados. Hoy en día, al que pasa lo devuelven dos o tres veces y si alguien le pide 100 euros para pasar, se los dan. Están acostumbrados a pagar desde que salen de su país. A muchos se les hace difícil entender que nosotros no vamos a cobrarles nada».
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